BATTLE FORCE VICE X NIKE HIP HOP RAP BREAKING
Collage: Juan Rubio @s.olojuan

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Esta es nuestra batalla cultural

El breakdance, el rap, el grafiti y el baloncesto levantan la mano, alzan la voz y dicen una vez más ¡Presente!

Artículo publicado por VICE Colombia.

Artículo presentado por NIKE


Cabezas rapadas y ropa ancha. Sujetos furtivos que a través de aerosoles dejan su marca de madrugada en una ciudad sin dueño. Cuerpos que giran sobre su cabeza y se paran sobre sus manos como forma de baile y expresión. Relatos a la vez cotidianos y extraordinarios que cobran sentido a través de las rimas. En Colombia, el grafiti, el breakdance (o breaking) y el rap han luchado por varios años por el respeto y por un lugar. Desde los márgenes buscan ser reconocidos, no necesariamente para hacer parte del centro oficial, sino para poder ganar un espacio que les permita seguir dando sus respectivas batallas.

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Parados en la raya y con los principios claros, el grafiti, el breaking y el rap —todos elementos del hip hop— han buscado impulsar su arte, que sea reconocido como tal. La lucha es constante frente a los detractores, guardianes de la cultura oficial que buscan decidir qué es arte y qué no. Que el grafiti solo son rayones, el breakdance no es un baile de verdad y al rap le falta música, han dicho. En este contexto de lucha, estas expresiones no buscan la aprobación conservadora y condescendiente del establecimiento: solo el respeto de la sociedad y espacios para desarrollarse.

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Foto: Sebastián López | VICE Colombia.

Se entiende que los asuste, a ellos los que en el arte buscan comodidad y aprobación. Después de todo, el rap, el grafiti y el breakdance nacieron en condiciones de adversidad y exclusión. Nunca han buscado complacer, sino transgredir; hacerse notar, gritar “aquí estamos” sin pedir permiso. Puede que la cultura oficial, que ha privilegiado la sofisticación y el buen gusto, no haya querido abrir las puertas a estas expresiones artísticas. Pero en esta batalla cultural, las calles hablan con fuerza, y llevan casi treinta años exclamando que su voz está precisamente en movimientos como el hip hop.

Aun si falta mucho por lograr y el camino es largo, hoy en Colombia el hip hop está en su mejor momento; esto quizás se debe al contexto global, donde el rap es la música dominante y llena la programación de emisoras y hasta Netflix, como inspiración. En el país, las propuestas artísticas del hip hop son cada vez más cuidadas y esto se ha notado en la apertura de espacios para su exhibición: prueba de esto es que en el Festival Estéreo Picnic 2019, junto con uno de los raperos más importantes del mundo como Kendrick Lamar, artistas como Rap Bang Club, Alcolirykoz o TSH Sudaca darán la cara por el rap nacional en un contexto en el que el rap no siempre había tenido cabida. En este contexto, mirar hacia atrás y apreciar el esfuerzo que se ha hecho por consolidar esta cultura funciona para identificar qué sigue ahora.

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“El grafiti surgió como respuesta a una realidad jodida. En Nueva York unos niños encontraron algo chévere en escribir sus nombres en las paredes. Una forma creativa de explorar la ciudad”, plantea Saga Uno, reconocido escritor de grafiti del país. Recalca que el grafiti no busca el aval de la sociedad ni que esta lo legitime, pues su situación legal dudosa es parte de lo que lo hace especial. “Lo que molesta es que no reciba mérito. Queremos que se respete y se sepa apreciar, que se estudie”, añade.

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Foto: Camilo Mejía | VICE Colombia.

Parte de la lucha del grafiti y de la cultura hip hop que plantea Saga es que este mantenga su identidad agresiva y transgresora, que no se suavice para dejar conformes a todas las partes. “Hoy la gente quiere ver street art de pajaritos y naturaleza, algo muy domesticado que deja cómodos a todos. Pero el grafiti de letras, el original, se sigue viendo mal”, se queja.

Así pues, la batalla de Saga también es contra el grafiti inofensivo que se vuelve decorativo, en parte porque pierde sus dientes y su función de crítica, y también porque resulta de una presión que limita la creatividad de los artistas. “La sociedad quiere que el arte refleje su gusto perezoso. El grafiti se ha vuelto decorativo, siendo que empezó en la periferia”, afirma con contundencia Saga.

Para Richard Tamayo, estratega en comunicaciones y profesor de la Universidad Javeriana, el buen momento del rap y de manifestaciones como el breakdance y el grafiti se explica porque “en los últimos años se ha sofisticado mucho la autogestión. Hay más redes de trabajo colaborativo y más formas de insertarse en las comunidades. Y eso es lo que les ha permitido ganarse un mayor reconocimiento social”.

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Foto: Camilo Mejía | VICE Colombia.

Asimismo, Chucky García, programador artístico de Idartes, propone que la legitimidad que tiene la escena del rap, del grafiti y del breakdance ha dependido de ellos mismos, pues han aprendido a promocionar su arte sin ayuda.

“El hip hop ha librado sus propias batallas. Los artistas han sacado su producción discográfica siempre de forma independiente. Esa ha sido una de las armas más poderosas que ha tenido el hip hop para auto-legitimarse dentro de una industria de la música nacional y dentro del quehacer artístico colombiano”, plantea García.

A pesar del momento relativamente saludable del hip hop en Colombia, Tamayo también centra su atención en los obstáculos que estas y otras formas minoritarias de expresión, como él las denomina, han enfrentado. “Tenemos un circuito comercial demasiado ortodoxo y homogéneo. A los empresarios les gusta ir a la fija, son poco arriesgados. Por ello no se terminan de convencer del todo de abrir segmentos de oferta más alternativa”, explica.

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Foto: Sebastián López | VICE Colombia.

En este contexto, los bienes públicos cobran una importancia vital, lo que resalta que sea imperativo velar por ellos: permiten, en gran parte, las posibilidades de circulación de estas expresiones. “Las emisoras y canales de televisión públicos suelen experimentar más y eso le abre una ventana de oportunidad maravillosa al hip hop y al arte urbano”, comenta Tamayo.

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El rap, por su parte, ha enfrentado un sinfín de obstáculos. No obstante, para N. Hardem, rapero bogotano y uno de los MCs más respetados del país, el estigma que cargaba el género se ha ido difuminando con el tiempo, y cada vez siente más aceptación dentro de distintos círculos, quizás porque el rap está de moda.

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Para Hardem, son claras las acciones que llevan a que una manifestación cultural como el rap sea respetado y se gane su espacio: pulir el arte y hacer lo que hacen cada vez mejor. “Las dificultades se superan con camello y constancia. Haciendo buena mierda. No es un juego de niños ni la película del bandido, ni se va a ganar solo porque es rap. Cucho, esta vuelta requiere estudio, sacrificio, mentalidad de negocio. Metiéndole el cojón y el corazón a la vez”, dice.

Si el rap y el hip hop tienen un lugar significativo en la sociedad colombiana hoy, sobre todo si se le compara con el espacio que ocupaban hace diez o quince años, es porque la calle sigue siendo la máxima generadora de tendencia. Así, el poder del establecimiento de decidir qué es arte y qué no se ve subvertido por la fuerza y la autenticidad de la cultura urbana.

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Foto: Camilo Mejía | VICE Colombia.

Sergio Arbeláez, experto en gestión cultural de América Latina, argumenta que “el hip hop y su cultura empezaron a servir de puente entre la institucionalidad y los barrios. Se ha convertido en una herramienta de comunicación y resistencia bastante poderosa”. A su vez, resalta como fortalezas de la cultura urbana y del hip hop en particular su capacidad para adaptarse a distintas influencias y contextos culturales.

En el camino de consolidación, mirando el presente y también el pasado y el futuro, Arbeláez identifica como primer y más claro obstáculo los prejuicios. “Para el establecimiento, tener un grupo de jóvenes reunidos no va a ser bueno, sobre todo si están en los barrios. También hay otros que entienden al grafiti como una forma de ensuciar la ciudad”, analiza Arbeláez. Sin embargo, hay una dificultad mayor que, en su opinión, destaca por encima del resto. “El obstáculo más fuerte es cómo enfrentar el éxito: el hip hop y la cultura le empiezan a pertenecer más a las disqueras y empresas que a la gente”, advierte.

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Según Chucky García, aún falta mucho para que el hip hop sea completamente legítimo ante la sociedad y las llamadas industrias creativas. En ese contexto, para Tamayo, el sector público también plantea retos: “tenemos un Estado con políticas muy contradictorias en lo cultural. La Secretaría de Cultura ayuda a financiar un festival de arte urbano mientras la Secretaría de Seguridad fortalece los prejuicios contra los chicos y los criminaliza. Esto genera desconfianza”, argumenta.

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Foto: Camilo Mejía | VICE Colombia.

En todo caso, de las calles han salido todas estas manifestaciones artísticas, y a ella se mantienen ligados. “Lo que viene de la calle, como el breaking o breakdance, no es malo. La calle fue la que nos ha educado para ver la vida de una forma real. Esta danza nos ayuda a fortalecer la vida real que todos los días estamos teniendo”, dice el Jke de Crew Peligrosos, uno de los colectivos que incorporan los distintos elementos del hip hop a su actividad, incluido el breaking.

Sobre la forma en que el breakin ha derrotado barreras y el camino que queda, el Jke señala que “si va para largo es por lo que ya se ha hecho. Ha ido creciendo y se va generando otra percepción de las personas. Es un arte callejero, pero depende también del estatus que le demos en otras personas. Un breaker debería poder dialogar con otras danzas”.

El Jke reconoce que partes de los estigmas que enfrenta el breakin y el hip hop puede ser responsabilidad propia, por la mala comunicación. “No es que seamos peritas dulces para gustarle a todo el mundo. Pero sí tenemos que seguir mejorando, esto requiere investigación, conocimiento, aprendizaje constante. Se nota quién lo hace por pasión o por negocio”, dice.

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Foto: Camilo Mejía | VICE Colombia.

Lo que queda, dice el Jke, es seguir aprovechando las oportunidades que surgen y hacer alianzas para llegar a donde la autogestión no alcanza. “Desde nuestras posibilidades siempre estamos gestionando oportunidades donde el breakin se amplié, como con el evento de Battle Force de Nike. Hay que trabajar para que más comunidades lo conozcan y para engrandecerlo como el arte que es. Queremos llegarle a la mayor cantidad de personas que podamos. Es una comunicación global”, concluye.

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La batalla cultural del rap, el grafiti, el breakdance y el basquetbol ha sido por abrirse espacios y por ganarse el respeto. Como en las calles: no buscan ni necesitan la aprobación de nadie, y el respeto va a ser innegable ante el poder de estas manifestaciones.

Al final, la principal y mejor estrategia de estas expresiones culturales, sus armas más afiladas para luchar contra el conservadurismo social y sus prejuicios, ha sido trabajar duro y mejorar cada vez más la calidad del producto. Suena sencillo y obvio, pero es el único camino probado para tomar a pulso lo que merecen.

“Hay que hacer sólida la estética para encontrar ese respeto, hay que hacerlo bien”, expone N. Hardem. Frente a los que dicen que el rap es para ñeros: llenarlos de rimas tan potentes que no puedan negarlas; frente a los que lloran que el grafiti es vandalismo: dejar los nombres en lo más alto de la torre, a donde los estigmas no puedan llegar a borrarlos; frente a los que se burlan del breakdance, burlarse de ellos con un headspin y dejarlos mordiendo el pavimento. Agresivos y estratégicos, con energía y consistencia.

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Foto: Camilo Mejía | VICE Colombia.

Esta batalla constante por mejorar la calidad de lo que se hace es la única alternativa. Como dice Hardem, “quienes venimos de condiciones sociales no tan privilegiadas por nuestro color de piel o nuestra condición económica tenemos que hacerlo bien. Los errores o ser falso sale demasiado caro. No podemos permitirnos el beneficio de la duda, no hay margen de error”, explica con contundencia. Así se batalla en el rap, en el grafiti, en el breakdance y en el básquet. Así se batalla en las calles.

Este artículo fue creado en el marco de la Nike Battle Force, un circuito de batallas de freestyle, grafiti, baile y baloncesto que se tomó Bogotá y culminó el pasado 30 de noviembre. Una serie de batallas que a partir de la celebración de unos tenis icónicos, como los Air force one, reivindicaron oficios y artes en ocasiones enmarcadas en el underground, un circuito de eventos que alzó la voz y se pronunció con vehemencia por crear cultura y hacer a muchos más, participes en ella. Quedarán muchas más batallas por venir, batallas que quizás pasarán pisando fuerte sobre un par de zapatillas Nike.