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Día Internacional de la Mujer

La mujer detrás del Día Internacional de la Mujer era refugiada y socialista

Theresa Malkiel llegó a Nueva York cuando era adolescente después de huir de la violencia antisemita en Rusia. Dieciocho años después, estableció el Día de la Mujer, precursor del DIM.
LC
traducido por Laura Castro
Theresa Malkiel. Ilustración de Calum Heath.

El Día Internacional de la Mujer se celebra en más de cien países, destacando los logros de las mujeres y su lucha continua por la igualdad. Sin embargo, a veces se pasa por alto el origen radical de la conmemoración, incluyendo a las activistas que le dieron origen en primer lugar. Uno de los personajes más importantes entre estas activistas es una mujer que surgió de las fábricas clandestinas de principios de siglo XX en Nueva York para convertirse en una activista que cambiaría las reglas del juego para siempre: Theresa Malkiel.

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Aunque los orígenes exactos del Día Internacional de la Mujer no están del todo claros, se le atribuye a Malkiel la fundación de su precursor, el Día de la Mujer. A pesar de lo significativo que eso pudiera ser, el Día de la Mujer estaba lejos de ser su único logro. Theresa dedicó su vida a mejorar las condiciones para las mujeres de la clase trabajadora y las mujeres inmigrantes, centrándose en cuestiones críticas como el sufragio, la naturalización y el acceso a la educación. Tristemente, a diferencia de muchas de sus contemporáneas, la vida de Malkiel es, como escribe la historiadora Sally M. Miller, "poco conocida y el registro de su labor en la historia es muy vago".

Lo que sabemos sobre Malkiel nos deja ver que fue una mujer tenaz con un profundo sentido de la justicia. Llegó a Nueva York a los 17 años en 1891 con su familia después de huir del antisemitismo en Rusia. Al igual que muchas jóvenes inmigrantes, se vio obligada a mantenerse por sí misma, encontrando trabajo en la muy explotadora industria de la confección. Las condiciones eran espantosas: fábricas peligrosamente abarrotadas de trabajadoras y lo más común es que sus semanas de trabajo fueran de 65 horas; las trabajadoras tenían que proveer los materiales de costura pagándolos con sus miserables salarios y, a menudo, las encerraba en las fábricas para evitar que tomaran descansos.

Convencida de que la única forma de luchar contra estas injusticias era que las mujeres se unieran, Malkiel se convirtió en un coordinadora laboral. Para ella, la solidaridad no era suficiente; tenía que ser reforzada con acciones estratégicas. Como Miller observa: "La experiencia le había enseñado que Estados Unidos para las mujeres inmigrantes solteras era mucho menos de lo que sus sueños iniciales podrían haberle sugerido; la vida misma la había radicalizado".

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Malkiel usó sus considerables habilidades como escritora para hacer una crónica de la lucha de las trabajadoras de la confección. "Ella escribió para el periódico del Partido Socialista en la ciudad de Nueva York en el tiempo de la huelga de las camiseras en 1909", me dice Annelise Orleck, profesora de historia del Dartmouth College. "Involucró entre 20 y 40,000 trabajadoras de la confección, convirtiéndose en la huelga de mujeres más grande de la época. Theresa escribió sobre esa huelga y se interesó verdaderamente en utilizar esas huelgas, que involucraban a muchas mujeres en las calles, para comenzar a llamar la atención del público hacia las condiciones laborales a las que estaban sometidas como trabajadoras".

Publicada en 1910, la novela de Malkiel, The Diary of a Shirtwaist Striker, captó la valentía de las huelguistas. La dedicatoria del libro dice: "La autora le dedica este diario cariñosamente a las heroínas sin nombre de la Huelga de las camiseras". Después del incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist en 1911 en el que murieron 146 trabajadoras de la confección, la novela de Malkiel y la atención pública que recibió contribuyeron a reformar las leyes laborales.

Foto de enero de 1910 de un grupo de mujeres que participaron en la Huelga de camiseras de 1909. Foto cortesía de la Biblioteca del Congreso.

"Sí, eran condiciones muy difíciles, y quiero aprovechar esta oportunidad para decir que todavía son condiciones muy difíciles", dice Orleck cuando le pregunto sobre la difícil situación que enfrentaban las trabajadoras de la confección como Malkiel. "Una gran variedad de inconvenientes ha erosionado las victorias que ganó el movimiento laboral de principios del siglo XX —un máximo de horas, pago de horas extras, fines de semana—, cosas que se habían convertido en un estándar, ya no son estándar, y no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. La industria [del vestido] se triplicó en los últimos 18 años. Entre 2000 y 2015 pasaron de ser 20 millones de trabajadores de la confección a ser entre 65 y 70 millones en todo el mundo. La mayoría son mujeres y están muy comprometidas con la lucha mundial, la cual es bastante similar a la que Theresa Malkiel describió en 1909".

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Malkiel se unió al Partido Socialista de América, y posteriormente fue elegida miembro del Comité Nacional de Mujeres. Fue durante su tiempo en el comité que Malkiel estableció el Día de la Mujer, que se celebró en Nueva York en febrero de 1909. Ese día, una multitud de 2,000 personas se reunieron afuera del Liceo Murray Hill en Thirty-Fourth Street para escuchar a mujeres feministas y socialistas oradoras destacar la importancia de la igualdad y la urgencia del sufragio femenino.


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"Ciertamente lo eran", responde la Dra. Deborah Stienstra cuando le pregunto si Malkiel y sus contemporáneas eran radicales. Stienstra ha escrito extensamente sobre los movimientos feministas internacionales. Para contextualizar las luchas que enfrentaron mujeres como Theresa, hace referencia a la famosa canción del movimiento laboral "Bread and Roses".

"Si alguna vez has cantado la canción", dice Stienstra, "sabes que habla del acceso de las mujeres a alimentos para su familia, de su capacidad de trabajar y de celebrar eso, para reconocer que estas eran mujeres trabajadoras; no unas burguesas; eran mujeres que realmente necesitaban ser parte de la producción económica para que sus familias sobrevivieran".

Aunque Malkiel finalmente se casó con un hombre de negocios, escapando así de la vida en las fábricas, su compromiso con la justicia social nunca menguó. Su perspectiva quizás se ilustra mejor en su escritura. Mucho antes de que Hillary Clinton hiciera famosa la frase "los derechos de las mujeres son derechos humanos", Malkiel hizo la conexión en un ensayo de 1909.

"La cuestión de las mujeres", escribió, "no es más que una cuestión de derechos humanos". La emancipación de la mujer significa en realidad la emancipación del ser humano que hay en ella".

Le pregunté a Stienstra qué pueden aprender actualmente las mujeres de Malkiel y de las mujeres rebeldes de su época. "Creo que la lección más importante es trabajar juntas por el cambio", dice ella. "Somos más fuertes juntas. Una sola voz no es suficiente. Necesitamos unirnos y ser consistentes a lo largo del tiempo y resistir y luchar contra la opresión, y luchar por otros que no tienen el mismo acceso a ese poder colectivo".

Es un sentimiento encarnado por la misma Theresa Malkiel, simbolizado hasta el día de hoy en la conmemoración mundial, que ella ayudó a crear, de lo que implica ser mujer.