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183 centímetros inolvidables

Soy Leyenda: Allen Iverson

La serie Soy Leyenda vuelve con una pequeña venganza: una breve crónica de la vida de Allen Iverson, uno de los más talentosos y controvertidos jugadores de la NBA.
Illustration by Dan Evans

La serie Soy Leyenda vuelve con la crónica de la vida deportiva de una de las estrellas más talentosas y controvertidas de la NBA: Allen Iverson. Tenéis las entradas anteriores de la serie aquí.

El Devorador de la Muerte

Nos gustaría creer que el racismo en los Estados Unidos ya no existe. En la década de 1960, las leyes oficiales que prohibían a los negros votar y que segregaban varios aspectos de sus vidas fueron retiradas. Eso sobre el papel debería bastar, aunque uno anhela que este tipo de cosas se apliquen con más celeridad de lo que finalmente termina siendo.

Por ejemplo, si te encontraras caminando por la Gran Vía y vieras a un hombre negro colgando de una lámpara afuera de un edificio gubernamental con una lanza atravesándolo por haber sido declarado culpable, ¿cuánto tiempo crees que pasaría antes de que lograras quitarte esa imagen de la cabeza? ¿Unos 50 años? Porque si en 1998 hubieras vivido en Jasper, Texas, habrías visto a James Byrd siendo arrastrado por la calle con una furgoneta hasta la muerte. ¿Hasta cuándo se te quedaría la escena en la mente?

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Más leyendas: Michael Jordan

Allen Iverson creció en Virginia, el estado con la honorable distinción de haber linchado el menor número de afroamericanos comparado con sus primos del sur. Por eso, a Iverson lo lincharon en los juzgados.

La cuestión fue la siguiente: Iverson, que había ganado el campeonato estatal tanto de fútbol americano como de baloncesto cuando estaba en el instituto —y en ambas competiciones fue elegido el mejor jugador del año—, se vio implicado en una riña entre unos cuantos adolescentes blancos y negros en una de las zonas con más población blanca de la ciudad de Hampton. Tras esperar unos meses hasta que Allen cumplió los 17 años para poder ser procesado como adulto, se le condenó a cinco años de cárcel y 10 años de suspensión.

Tras el juicio, y fuera de la sala del tribunal, la paliducha y cínica fiscal informó felizmentea la prensa: "Creo que puede rehabilitarse en la cárcel". Esta es la única frase que hay que leer para saber qué sucedió: Él, junto con tres amigos que también eran negros, fueron los únicos arrestados.

Y aquí va otra línea para el historial de la afamada ironía estadounidense: para asegurarse de que pudieran culpar a Iverson, utilizaron el cargo "mutilación en grupo", diseñado en un principio asignado para incluir en las condenasa las personas que presenciaban los linchamientos.

En condiciones normales, eso debería haber sido el principio del fin. A pesar del pequeño grupo de adultos, negros y blancos, que actuaron como figuras paternas para él, el padre biológico de Iverson nunca estuvo presente; para más inri, su madre estaba perdida en la adicción a las drogas. Esas fueron sus raíces. Cuando a un trabajador comunitario que lo había acogido se le dijo que el adolescente Iverson había visto como siete de sus amigos fallecían asesinados, el hombre meneó la cabeza y aseguró que no le sorprendería si hubieran sido más.

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Afortunadamente —y de forma completamente justificable—, Iverson recibió clemencia después de cinco meses en la cárcel; pero aún así, Estados Unidos intentó sentenciarlo a muerte, de forma clandestina, por ser negro y por tener talento. Y aceptó dicha sentencia, la devoró, y se la escupió en la cara al país entero. Finalmente encontraría su camino, a pesar de los obstáculos, hacia una universidad donde podría mostrar sus capacidades. Pero hubo una cosa que le duró durante toda su carrera: la aparente necesidad de seguir escupiendo.

Un gran bajito

Iverson es, sin duda, el mejor "jugador pequeño" (mide 1,83m) de toda la historia de la NBA. La altura promedio de la liga siempre ha sido 2m, pero a A.I. jamás le importó. Sus manos y pies estaban más cerca de su cerebro, y vaya que se notaba. Os adjunto un vídeo con las 100 mejores fintas de Iverson: era una máquina de romper tobillos en la NBA.

Iverson tenía movimiento patentado: balón bajo las piernas una y otra vez. Caes en el juego, él ya está en el aro, lo persigues, él pasa su brazo por debajo y por detrás de ti. Y eso que hablamos de defensas hábiles como Chauncey Billups o Ray Allen, y no de los troncos que terminaban marcándolo entre el caos que causaba.

Iverson seleccionado en la primera ronda por los 76ers de Filadelfia en 1996. En ese entonces, los Sixers eran un equipo sin estrellas; el impacto de Allen fue tan grande que en la Wikipedia la historia de los 76ers se relata entre Los Siglos Oscuros (1992-96) y La Era Allen Iverson (1996-2006), directamente. En la temporada 2000-01, Iverson era el MVP de la temporada regular, y había llevado a su equipo primero a las finales de la Conferencia del Este contra los Bucks de Milwaukee y después a las Finales de la NBA.

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Desafortunadamente, aquí es donde el cuento de hadas termina. Necesitas dos grandes jugadores ofensivos como mínimo para ganar en la NBA; con solo uno, la dinámica del equipo se limita a esperar a que hagas algo (que se lo digan a LeBron). Durante muchos años, Michael Jordan sufrió este hecho con los Bulls de Chicago. Los Lakers, que esperaban a los Sixers en la Finales, no solo tenían a Kobe Bryant, sino también a Shaquille O'Neal, y a múltiples actores de reparto más que decentes.

A pesar de que Iverson anotó 48 puntos en el primer partido (el jugador de los Sixers que más se le acercó se quedó en 13) para silenciar al Staples Center y lograr una ventaja de 0-1, los Lakers finalmente se llevaron las finales por 4-1. Esa sería la única aparición de Iverson en las Finales de la NBA. Pero aún así, pasar de librarse de una sentencia racista a ser el jugador clave en el segundo mejor equipo de baloncesto de los EEUU no suena mal. Y durante algunos días de junio fueron el mejor equipo y punto.

El momento

Finales de la Conferencia Este del año 2001: Filadelfia 76ers contra Milwaukee Bucks. Los Sixers dieron el primer golpe; después los Bucks empataron. Milwaukee se puso por delante; Filadelfia volvió a empatar. De nuevo Filadelfia; de nuevo empate. Y así llegamos al séptimo partido.

Iverson, justo en el momento en el que otros jugadores daban un paso clave del baloncesto de instituto al universitario, había ido a la cárcel. En cambio ahora estaba ahí, anotando como si no hubiera mañana en las Finales de la Conferencia Este del año 2001. Allen anotó 44 de los 108 puntos de los 76ers: el estadio coreaba su nombre. Y en alguno de esos momentos, particularmente después del final del segundo cuarto, podías sentir que muchas personas lo amaban más que a cualquier familiar.

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Últimas palabras del Jugador #3

En lo que generalmente se describe como "el infame discurso del entrenamiento", pronunciado en mayo de 2002, Allen Iverson declaró lo siguiente en respuesta a un periodista que le preguntaba si era cierto que no estaba yendo a los entrenamientos:

_Estamos hablando del entrenamiento, no de un partido, no de un _partido_, sino del entrenamiento. No del _partido_, del _partido_ por el que salgo y lo doy todo, como si fuera mi última vez. Estamos hablando de la práctica, tío, o sea, ¿qué estupidez es esta? Hablamos del entrenamiento. Sé que se supone debería estar ahí, sé que tengo que predicar con el ejemplo, lo sé. ¿De qué estamos hablando?_

Hay bastante más, de hecho. Ese sermón… er, inusual (podría decir "desestructurado, "sin sentido", o directamente "¿qué díse ustéd?") me sirve para cerrar este pequeño homenaje recordando hasta qué punto A.I. no solo era un crack dentro de la cancha, sino también un auténtico personaje fuera.

Sigue a Toby Springings en Twitter:@tobysprigings