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realismo mágico

Draymond Green, Steph, y KD crean una obra maestra en la cancha

Esta jugada fue una chulada.

La victoria que lograron los Warriors anoche al enfrentar a los Pacers de Indiana les dio la ventaja de 36 puntos. Los de Golden State lograron 142 puntos. Peor incluso para el estándar de "muchísimos puntos logrados", este tipo estuvo plagado de accidentes. Klay Thompson, un ser humano común y corriente, logró 60 puntos, con 33 disparos en sólo 29 minutos.

Fue impresionante para algunos. No podemos ignorar que Thompson bien podría ser un robot, que no puede amar o reproducirse, o incluso sentir placer cuando sus labiostocan un bong e inhala los dulces vapores.

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Afortunadamente, la hazaña de Klay no fue el único momento de basquetbol puro y fino que vimos. Recordarán que estuvo este momento de belleza pura, una jugada de basquetbol como pocas:

Zaza Pachulia la manda a las manos de Draymond, hasta el otro lado de la cancha, y después para Curry, quien en un instante la lanza sobre su cabeza y luego de regreso a Durant, quien la clava en el aro. La única manera en que esta jugada puede tener más elementos divertidos de basquetbol, sería si hubiera un enorme centro cayendo debajo de Durant mientras intenta cubrirlo (ojalá algún día podamos ver algo parecido). Pero la jugada lo tuvo todo: carrera, magia y atletismo, después de todo, ¿cómo es que Durant llegó ahí tan rápido? Fue una obra maestra.

Lo único con lo que se me ocurre compararla, dentro o fuera del mundo del básquet, es con "Christina's World," la obra maestra de Andrew Wyeth de 1948, que actualmente está en exhibición en el Museo de Arte Moderno en Manhattan. El espacio, la longitud que abarca Draymont con sus brazos. El devastador sentido de la individualidad en el mundo, observándolo y existiendo en él como Zaza, nuestra Cristina, flotando de atrás hacia delante, como si no estuviese seguro de lo que acaba de suceder, sorprendido por el mundo que habita. La atención a los detalles, la sutileza del pasto, la manera en la que Steph se desliza por un hueco para entregar el balón. Y claro, Durant atravesando el suelo como si fuese un pinche halcón, atrapando la pelota y llevándola al aro. Supongo que esto ocurre a menudo en el MoMA, pero no en los deportes.

Confieso que la metáfora siempre parece deshacerse y me dejó como a Zaza, preguntándome qué había sucedido. De cualquier manera, fue una jugada completamente buena. Yo le doy cinco estrellas.