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mucho dinero en el skateboarding

El sentido del equilibrio de Paul Rodriguez

La cinta de skate más elaborada de la historia, a lanzarse en agosto, abarca continentes y generaciones para una mirada global a la cultura skate. También costó más de lo que una compañía de skate puede pagar.
All photos © Dan Tertell

Dirigida por el conocedor de skate Ty Evans, atravesando continentes, arropado por su equipo y cámaras de última generación, con una furgoneta atascada de equipo de vídeo diseñado para helicópteros, una cuadrilla de drones —repleta de pilotos especialmente entrenados— y la magnanimidad real de un príncipe de Medio Oriente, We Are Blood parece apuntar más hacia el estilo Hollywoodense de filmación que los vídeos de skate con pinta de álbums y colecciones de viñetas reproducidos como motivación antes de una misión o para evadir el invierno, el viento, o la lluvia. El tráiler promocional es algo similar a Yeah Right! o Fully Flared o Pretty Sweet, filmes donde la estética, junto con la presentación de los trucos, es tan importante como los trucos mismos. Pero We Are Blood tiene una obvia línea temática que habla del skateboarding como una cultura internacionalmente reconocida, mostrando puntas de tenis desgastados como lingua franca de una cultura cosmopolita y genuina.

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No será difícil percatarse de dicha visión. Cuando We Are Blood, producida por Green Label de Mountain Dew y la casa productora de deportes de acción Brain Farm, se estrene en agosto, estará disponible en las plataformas de streaming de siempre —iTunes, Amazon— y en forma física en tiendas locales, tiendas de skate y Target. El filme parece vacilar entre un vídeo clásico de skate y un documental, un gesto altamente estilizado para los skaters y una entrada lúcida para los curiosos, agnósticos, y antagonistas. We Are Blood apunta a crear controversia en la cultura skate y en la cultura popular, esperando un mínimo de indiferencia o impasibilidad.

En pocas palabras, el filme es un vehículo ideal para Paul Rodriguez, a quien conocí en el arruinado techo —anuncios neón, fragmentos esparcidos de Hebru Brantley, paredes blancas, puertas pesadas, pisos de madera, y un sentimiento de energía creativa y comercial— de Lacuna Artist Loft Studios en Lower West Side de Chicago. Rodriguez, vistiendo una gorra con el logo de Mountain Dew mientras discutía acerca del disque esotérico erudito francés Bastien Salabanzi, se encuentra en la rara posición de ser el skater del skater —lo que parece que ha hecho toda su vida, empezando por la guerra de apuestas que comenzó mientras estaba en City Stars—, al igual que el skater que incluso tu mamá reconoce en los programas deportivos de NBC.

Siempre que figuras como Rodriguez aparecen, digamos, skaters con patrocinadores que van más allá de la mercancía, tenis, y tiendas para los benefactores corporativos como Mountain Dew, Red Bull, y muchos otros perfilados para poner anuncios en estadios, se levantan pasiones en el papel que el dinero corporativo (léase: dinero que proviene de corporaciones que no son evidentemente de skate) juega en el skateboarding.

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Demasiada influencia, los skaters se dan cuenta, y todos terminan con skate stoppers y calentura excesiva, la cultura skate que aman —la misma capturada en We Are Blood— acogida y adornada, convirtiendo a todo niño en Poochie. Desde luego, el skateboarding sin Mountain Dew y Red Bull, sin los X Games y Pro Skater de Tony Hawk, amenaza con atrofiarse y sufrir la triste muerte que acabe con la pasión sin bolsillos llenos.

AAA. Foto de Dan Tertell.

Una película como We Are Blood no sería posible sin el apoyo financiero, más que forzado, de muchas compañías de skate.

"Personalmente no tengo problema para juntarme con patrocinadores más grandes. Por supuesto, tengo mis patrocinadores base, pero no tengo problema para salirme de ese mundo," dice Rodriguez. "No me incomoda grabar un filme como este y exhibir nuestra cultura en una escala mayor, porque se trata de progresar."

"Para ser honesto, estoy cansado de hacer fragmentos de vídeos. Podría filmar otra parte de un vídeo y ponérselo a la misma audiencia que le he puesto vídeos desde hace 15 años, pero es como muy aburrido. Ya no me apasiona hacerlo de nuevo porque siento que es una repetición de mi."

Rodriguez ve un desafío diferente en We Are Blood.

"Eso fue emocionante," dice. "Hacer algo a mayor escala, contar una mejor historia, hacer algo más progresivo. Y sí…requiere de la ayuda de los patrocinadores más chonchos para que lo hagan realidad."

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Aunque Rodriguez es el beneficiado, no menosprecia las quejas de los sponsors base. En su intento por mantener al skateboarding para skaters, Rodriguez ve un mecanismo que apunta a conservar el deporte en su forma más pura.

"Creo que es como los frenos y contrapesos," dice Rodriguez. "Si no tienes a ese grupo de personas que se quejan constantemente acerca de otras personas por estar en boca de todos, entonces puede que la situación llegue demasiado lejos. Lo mismo pasa con el skateboarding. Y viceversa, si no tienes a güeyes empujándote para ser afamado, entonces los otros chavos, si por ellos fuera, no habría una industria viable. No podría sostenerse. Así es como el skateboarding morirá. La gente no puede construir marcas alrededor de la industria independiente."

"Sé que cuando la mayoría de la gente escuche esto, pensará, 'bueno, no se trata del dinero'. Desde luego que no se trata del dinero, pero es necesario para que los dueños de las madederías, y de las fábricas puedan hacer patinetas. Ellos tienen empleados y maquinaria. Eso requiere dinero."

Encontrar el balance puede ser difícil, y la recepción de We Are Blood puede ser la oportunidad para que el skateboarding reflexione sobre su tensa relación con la América corporativa (ya que skaters profesionales digitalmente animados han recolectado las letras de la palabra "Skate" y Erik Koston ha estado en ESPN). Después de todo, cuando aquellos que no son skaters tomen una copia de los estantes de Target y se enamoren de las imágenes de Ty Evans o de la sesión digna de príncipes en el helipuerto de Burj Khalifa, también se sientan inspirados de agarrar, por la aparición de Dustin Dollin, una revista Thraser y visitar su tienda local.

"Esto es skateboarding, güey," Rodriguez dice (tal vez con cierta resonancia al Emerica classic). "No importa lo que signifique para ti. Si así es como te sientes, no hay nada malo en eso."