Un altar a Drazen Petrovic
Fotografía vía Wikicommons

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In Memoriam

Un altar a Drazen Petrovic

Una ofrenda en relato para un grande que siempre será gigante: Drazen Petrovic.

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Drazen Petrovic sube ligeramente la mirada y ve los ojos del enorme Vlade Divac, a quien da la mano en otro final de temporada. A sus 52 años de edad, Petrovic consolida la figura de un histórico para el baloncesto en Europa convertido en estrella de la NBA y, más tarde, convirtiéndose en un prestigioso entrenador, rompiendo barreras, moldes y guiando a nuevas generaciones como cabecilla de sus queridos Nets hacia una postemporada más.

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El gesto amistoso entre Petrovic y Divac ilustra algo que va mucho más allá del baloncesto y del respeto deportivo entre dos entrenadores que acaban la temporada llevando a sus equipos a luchar por el campeonato. Hace más de 25 años, tanto Petrovic como Divac se abrazaban en una celebración indescriptible. Lideraban una generación inigualable de jugadores yugoslavos junto con otras figuras como Toni Kukoc y Dino Rada. Levantaban el trofeo y se convertían en campeones del mundo en 1990 en la ciudad de Buenos Aires tras derrotar la poderosa selección de Estados Unidos, que terminaba de pie sobre el podio pero en el segundo lugar, luciendo rostros completamente incrédulos.

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Al mismo tiempo, Yugoslavia estaba en guerra. El país se dividía y gran parte de las mayores tensiones se daban entre serbios y croatas. La selección de Yugoslavia intentaba mantener su paz y armonía bajó el baloncesto, pero la separación era inminente. La misma tarde en la que Yugoslavia se coronaba campeona del mundo en Buenos Aires, un incidente alrededor de una bandera croata y Divac, quien intentaba arrancarla, se convirtió en el primer paso hacia una actuación masiva, pese a que, en un principio, pareciera que la cosa no pasaría a mayores.

Petrovic, croata, Divac, serbio, se habían aventurado a transformar codo con codo la cara del baloncesto europeo, representando el talento yugoslavo en la NBA y, a su vez, forjando una hermandad. Pero mientras la guerra terminaba con más de cien mil muertes y la aparición de nuevos estados, Petrovic y Divac también terminaban divididos.

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Fueron muchos años los que tuvieron que pasar para que ahora Petrovic y Divac se den la mano, de manera genuina, y recuperando la vieja relación de hermandad que una vez se tuvo que abandonar tras las trincheras de una dura guerra. Las sonrisas vuelven cuando se encuentran. Una versión madura de cada uno entiende que eran unos jóvenes presionados por una guerra lejana, pero a la vez cercana.

"Vlade y yo hemos pasado por muchas cosas. Juntos nos aventuramos por el baloncesto y nos convertimos en grandes ejemplos para las futuras estrellas. Yo creo que los Dirk Nowitzki y los Tony Parker tal vez no se hubieran convertido en las figuras que son hoy en día sin esa primera generación que salió de Europa a abrir camino en los ochenta", comentó Petrovic.

"También pasamos por una guerra civil que dividió nuestro pueblo, nuestras familias, nuestros amigos, y nos dejó dolidos y con coraje. Por lo menos a mí. Yo no entendí por qué Vlade había arrancado esa bandera después de ganar el campeonato mundial. Era mi bandera, la croata. Lo tomé contra mí, a nivel personal, y todo lo que significaba en ese momento de guerra. Nos dejamos de hablar durante una década. Él intentaba acercarse, fui cordial pero nunca fue lo mismo", continuó Petrovic.

"Hoy entiendo a Vlade. Fue una reacción. Él quería que estuviéramos juntos todos, como Yugoslavia, aún gozando de su mejor época cuando nosotros con el baloncesto pasábamos por un momento increíble. Éramos campeones del mundo y Vlade no quería una política separatista. Fue y es complicado. Las guerras son así, y nosotros éramos jóvenes, amigos y estábamos atrapados en lados diferentes de una guerra violenta".

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Petrovic había llegado a los Blazers de Portland en la temporada de 89-90 como un misterio europeo, un incomprendido atleta que representaba una apuesta arriesgada. El talento estaba ahí, pero la confianza que se le tenía no. Frustrado por la falta de minutos sobre la pista, Petrovic insistió en un cambió y terminó llegando a los Nets de Nueva Jersey en 1991. Todo cambió. Drazen Petrovic respondía con un juego apasionado, y se convirtió en el corazón del equipo. Petrovic anotaba a diestro y siniestro, mareaba toda defensa e hizo que la NBA un creyera en el baloncesto europeo.

Drazen Petrovic era la sensación, lucho en épicas batallas ante el más grande de la época, Michael Jordan, aunque nunca lograron superar a los Bulls. A Petrovic se le consideró como uno de los tiradores más puros que ha visto la NBA. El croata lanzaba tiros de tres desde muy lejos, se detenía en pleno contraataque y abandonaba la opción de colarse para hacer un triple, se movía por toda la pista para recibir el balón y dejarlo caer de inmediato a través del aro. Petrovic estableció el escenario para juagadores como Steph Curry en el baloncesto actual.

Al otro lado de Estados Unidos, Divac gozaba del baloncesto producido por los "Showtime" Lakers junto con el legendario Earvin "Magic" Johnson, en conjunto con James Worthy y A.C. Green por mencionar a algunos. Luego llegó a los Kings de Sacramento, donde empezó una nueva trayectoria llena de éxito al lado de Chris Webber y su compatriota Peja Stojakovic.

Al final de sus carreras, aunque se quedaron cerca, ni Petrovic ni Divac habían lograron coronarse campeones de la NBA.

Veintiséis años han pasado desde ese campeonato mundial que ganó Yugoslavia en 1990, y dos décadas después de su apogeo en la NBA, ese par de viejos amigos que salió sin advertencia alguna de Europa Oriental para cambiarle el rostro a la NBA se enfrentan de nuevo.

"Nunca volvimos a ser los grandes amigos que éramos antes", continuó Petrovic sobre su amistad con Divac. "Es difícil de explicar qué les pasa a un par de jóvenes en medio de una guerra. Pero me gusta que el pasado se pueda quedar en el pasado. Supongo que es parte de volvernos viejos y entender las cosas mejor. Hoy nos hablamos bien, nos comprendemos, nos respetamos. Compartimos muchas cosas juntos, incluso una guerra que nos separó, lo que no es cosa pequeña. Pero hoy nos damos la mano y es algo que me gusta hacer cuando nos vemos. Espero que ahora nos veamos en la final. ¿Quién hubiera pensado que dos adolescentes hubieran salido de Yugoslavia en los ochenta para conquistar la NBA, y ahora guiar a las nuevas generaciones hacia el campeonato?".

En el verano de 1993, Drazen Petrovic murió en un accidente de tráfico en Alemania, interrumpiendo su vida a los 28 años de edad y una carrera como jugador de baloncesto que apenas empezaba a tomar una forma estelar. Petrovic y Divac jamás lograron recuperar su amistad después del incidente de la bandera. Con este relato, ficticio mezclado con realidad, le hacemos un altar a Drazen Petrovic, un grande que siempre será gigante.