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El día que Vladimir Putin se llevó el anillo de Super Bowl de Robert Kraft

En 2005, Robert Kraft, dueño de los Patriots, le mostró su anillo de Super Bowl a Vladimir Putin valorado en 25 mil dólares. Hasta la fecha, no se lo ha regresado.
Photo by Mark J. Rebilas-USA TODAY Sports Created:

"Los guardo en mi cajón donde tengo mis mancuernillas", dice Robert Kraft con una seriedad inigualable. El dueño de los Patriots de Nueva Inglaterra se refiere a sus cuatro anillos de Super Bowl, al mismo tiempo que una cámara de NFL Media los recorre de izquierda a derecha. Son grandes, similares a aldabas, todos decorados con diamantes de varios tamaños; el logo de los Patriots se pierde cada vez más en el mar de ornamentos que los rodea. El último anillo de Kraft, en honor a la victoria de Nueva Inglaterra en el Super Bowl IL, fue el más grande de aquel entonces con 205 diamantes. Cada uno cuesta 36,500 dólares. Este es el tipo joyería que, históricamente, ha mandado a muchos a la guillotina.

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Kraft continúa hablando con la seriedad adecuada para discutir algo tan importante como un anillo de cuatro libras con la leyenda "Campeones Mundiales" escrita en diamantes. "Están todos en un cajón con excepción del tercero", dice. "El original está en Rusia con el presidente de dicho país". Es una anécdota divertida, aunque Kraft no lo transmita de esa forma. Ha contado la misma historia por más de una década desde que Vladimir Putin se probó el anillo durante una viaje de negocios a Rusia realizado por Kraft en 2005. Aunque parece haber adoptado una versión funcional, Kraft no relata la parte divertida del suceso.

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No se trata de una anécdota complicada, pero la confusión se entiende en otro sentido, porque los detalles básicos de la misma la muestran como el atraco más lujoso en la historia, y no hay muchos precedentes de donde agarrar. En junio de 2005, semanas después de que los Patriots de Kraft recibieron los anillos por haber ganado el Super Bowl XXXIX, Kraft se unió a una delegación estadounidense oligarca —el Boston Globe la describió como "la crema y nata de los negocios estadounidenses que incluye al los presidentes ejecutivos de IBM, Intel, Citigroup, e International Paper"— para viajar a Rusia. Cuando Kraft describe los hechos usa la frase "viaje de negocios con mi amigo Sandy Weill"; en esto no hay falsedad, Kraft es amigo de Weill, el infame arquitecto de Citigroup.

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La historia cuenta que fue Weill quien primero quiso admirar de cerca el anillo de Super Bowl de Kraft, desatando la cadena de sucesos que finalmente llevarían a Putin a depositar en su bolsillo lo que en ese entonces era el anillo de Super Bowl más grande jamás creado. La versión actual de Kraft es una simple trama de acontecimientos que suelen pasar naturalmente cuando dos multimillonarios comparten una misma sala con un cínico autócrata. "Le mostré mi anillo a Sandy, y dijo '¿Por qué no se lo enseñas al presidente?'", rememora Kraft en el vídeo. "Se lo mostré y se lo puso, y como que le gustó. así que se le dejo en el dedo". El vídeo muestra a Kraft casi sonriendo. Creíble o no, esta es la versión que Kraft siempre ha contado.

Pero para nada es la única, y tampoco existe lógica para creer que es la más honesta. Los detalles de lo que pasó son muy simples. Kraft le muestra a Putin un anillo llamativo con 124 diamantes, Putin lo contempla y ya sea que éste se lo pruebe o no, y Kraft extienda o no su mano para que se lo regrese. En las versiones más contemporáneas del relato, Kraft dice "es un anillo de Super Bowl, es un anillo muy bueno", mientras Putin lo ve de cerca. Todas las versiones de la historia terminan con Putin colocando el anillo en su bolsillo y salir de la habitación.

La naturaleza surrealista de la anécdota, la cual es notable, se debe a todo lo que aconteció alrededor del incidente. No olviden que todo esto se desenvolvía dentro de una sala en el Palacio Konstantinovsky en San Petersburgo, una de las residencias presidenciales oficiales del mandatario ruso; Putin renovó el lugar en 2001 con un costo estimado de 250 millones de dólares, cuyo interior podría ser descrito fácilmente como un anillo de Super Bowl. Los protagonistas de este drama son tan adinerados que no tienen consciencia de su riqueza y están acostumbrados a salirse con la suya. Sandy Weill, de acuerdo con un informe de 2010 del New York Times, tiene un pedazo de madera de cuatro pies gravado con su retrato colgando en su oficina, y eso que no es el mero mero de la historia. Kraft es un multimillonario con el ego de un multimillonario. Putin, probablemente ya estás familiarizado; es un reptil autoritario, y por lo tanto no es imposible que el anillo de Kraft no haya sido el primero en la lista de cosas o joyas costosas ahora en su posesión.

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Pero cuando eres rico y poderoso, un malentendido de este tipo probablemente tome la forma o el tamaño de un incidente internacional. En las secuelas inmediatas, Kraft aseguró que el ser despojado por un jefe de estado bajó un candelabro gigantesco había sido un increíble honor. Después de regresar de su viaje, Kraft comentó que había "decidido darle el anillo [a Putin]" en parte por su herencia rusa. "Fue un verdadero acto inesperado el cual estoy orgulloso haber experimentado. Me conmovió ver al presidente Putin reaccionar de esa forma, me sentí emocionado y creí que era la mejor forma de concluir la reunión". En ese entonces, las declaraciones no fueron creíbles, ya que los informes de un periódico ruso describieron a Kraft como una persona "tímida" cuando le entregó el anillo, pero al fin y al cabo es la historia a la que Kraft se ha apegado con más frecuencia desde más o menos el 2013.

Foto por James Lang-USA TODAY Sports

Casi ocho años después de aquel día en que Putin salió de la sala con el anillo, Kraft le dio un ángulo diferente a la historia durante una gala en el Waldorf-Astoria Hotel de Nueva York. La cadena de sucesos es la misma, aunque con el tipo de adornos que suelen acompañar a una anécdota que se ha contado en privado por más de ocho años. Por ejemplo, en esta nueva versión, Putin comenta, "puedo matar a alguien con este anillo" como parte de sus elogios. Sin embargo, en esta ocasión Kraft admitió que quería el anillo de vuelta, y que un mandatario no nombrado de la administración de George W. Bush le recomendó que tomara la situación como un momento generoso de intercambio cultural. "En realidad no quería", comentó Kraft a los invitados de acuerdo con el New York Times. "Tenía un vínculo emocional con el anillo, tiene mi nombre. No quiero verlo en eBay. Hubo una pausa del otro lado de la línea telefónica, y la voz seguía diciendo, 'Lo mejor sería que le dieras el anillo como si se tratara de un regalo'".

Y con ello surgió otro incidente. Stacey James, el vocero de la Kraft Foundation, jugó su papel al hacer que la vieja historia embonara con la vieja. "Es una anécdota humorística que Robert cuenta con una sonrisa", dijo en un comunicado. "Le encanta que su anillo esté en el Kremlin, y como dijo en 2005, sigue teniendo un profundo respeto por Rusia y el liderazgo del presidente Putin". La respuesta de los rusos fue característicamente mordaz; el vocero del Kremlin, Dmitry Peskov, comentó para Associated Press que el recuento de Kraft era falso, ya que él había estado a "20 centímetros" de Kraft y escuchó perfectamente que era un regalo de su parte. Putin negó haber tomado el anillo de kraft, y los oficiales mencionaron que la joya estaba en exhibición en la Biblioteca del Kremlin junto con otros regalos de mandatarios extranjeros.

"Toda la discusión de que hubo cierta presión sobre él [Kraft] debería ser blanco de un análisis detallado con un psicoanalista, creo", Peskov comentó a AP en 2013. "Al mismo tiempo, estoy consciente que este caballero aún resiente la horrible derrota del 2005. El presidente estará listo para enviarle otro anillo como regalo, el cual [Putin] puede comprar con su dinero". Una semana después en una cumbre económica con Angela Merkel en San Petersburgo, Putin habló del anillo de reemplazo que le daría a Kraft. "Exhortaré a mis especialistas para hacer un anillo de reemplazo y asegurarme que sea bastante costoso, con metales preciosos", dijo Putin. "Espero que esto resuelva el complejo problema internacional". No existe evidencia de si dicho anillo existe o fue enviado al magnate estadounidense. Hace poco, un diario británico informó que el presidente Donald Trump, amigo de Kraft y camarada de Putin, intentaría convencer al ruso de regresar el anillo, pero tampoco hay evidencia de ello.

Existe la sensación de que algún tipo de lección puede aprenderse de todo esto dado la relevancia de los distintos bandos involucrados en la historia —los Patriots de Kraft están a un partido de ganar su quinto anillo el próximo fin de semana, y Putin… bueno, ya sabe cómo se maneja—. Pero si en verdad hay una señal significativa entre tanto ruido, puede que esté bien enterrada. En un momento de conflicto global y confusión, en el que el riesgo de confrontaciones es mayor por el gran poder en manos de hombres diminutos, hay algo que no cuaja en los simples hechos de un crimen insignificante como este. Si hay algo que el arrebato del anillo de Robert Kraft nos puede enseñar es la crudeza del poder y lo rápido que las normas pueden violarse; dos actos que recordamos todo el tiempo. Ya sabemos todo esto, pero vale la pena recordar, quizá, lo insignificante que puede llegar a ser.

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