El Tibet: La adorada camiseta de la selección prohibida
Foto: My Football Shirt Project

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La selección prohibida

El Tibet: La adorada camiseta de la selección prohibida

Su polo Hummel es uno de los más buscados por los coleccionistas.

Jugar contra el Tíbet está prohibido. Ninguna selección del mundo que se precie de estar registrada por la FIFA puede compartir la cancha con ellos. El organismo que hasta hace poco estuvo presidido por Joseph Blatter les ha prohibido las disputas por su status político incierto que prevalece desde 1950. Están relegados del futbol profesional y les queda la afiliación a la NF-Board, la asociación internacional de equipos amateur que organiza encuentros entre los representativos de las regiones que, como el Tíbet, no cuentan con reconocimiento.

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Pertenecer a la NF-Bord no garantiza un ritmo óptimo de juego para la Selección del Tibet, aunque es su objetivo, las dificultades de organización pasan incluso por la búsqueda de un estadio que no sea propiedad de un equipo profesional y lo que podría parecer más sencillo, solventar los gastos de transportación y hospedaje no lo es. El panorama ha sido siempre desalentador, pero el amor por el futbol y una declaración de identidad nacional es lo que los mantiene en el juego, mientras el reconocimiento se trabaja en otros planos.

La FIFA los desconoce, les prohíbe el juego con las grandes selecciones -como lo han soñado desde el inicio-, pero los aficionados al futbol y especialmente, los coleccionistas, ansían una de las camisetas que existen desde el 2001, con aquel equipo conformado por Michael Nybrandt, cuando las marcas importantes temieron hacer relaciones comerciales con el "enemigo" de los chinos. El poderío económico intimidó a casi todos, excepto a Christian Stadil, fundador de Hummel, una marca sin complejos ni adhesiones políticas que igual se comprometió con la Selección del Tíbet como lo hizo con las selecciones de Afganistán varias décadas después.

"Una marca pequeña puede hacerlo", dijo en 2013 el fundador de Hummel respecto a los riesgos de patrocinar equipos en medio del conflicto.

La búsqueda la preciada camiseta

En México, existen coleccionistas poseedores de una de las camisetas del representativo del Tíbet gracias a la vía más sencilla: el internet. Sebastián Alarcón es uno de ellos, la consiguió en eBay sin demasiadas complicaciones y a un precio moderado: 1,320 pesos a cambio de conservar historia.

"La marca Hummel hace para mí las camisetas más hermosas y además busca patrocinar equipos con causas sociales", asegura Sebastián a VICE Sports. "Busco camisetas que pueda vestir en una reunión algo formal o un bar y que digan: '¡Qué pedazo de camiseta tienes!' Busco revalorizar el concepto de camiseta de futbol como prenda de vestir y quitarle el estigma de que no es algo formal".

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Para Sebastián no es solo una prenda de futbol, sino también un símbolo de la identidad de cada país. Una pieza en el rompecabezas del mundo.

"Las camisetas son el punto de encuentro entre saber de relaciones internacionales y el futbol", agrega Sebastián. "Puedes conocer la historia y la cultura de un país porque está reflejado en su camiseta: los colores y los símbolos, los escudos juegan un papel interesante. Esta tendencia se veía más a detalle en camisetas anteriores a 2000; esto es debido a que en años recientes Nike, Puma y Adidas han abusado de plantillas de camisetas, lo que les quita la individualidad".

Sebastián Alarcon con el jersey del Tibet

Ese diseño de Hummel tiene como base el color rojo, delgadas líneas en amarillo y un cuello clásico que se ata con cordones, el escudo materializa uno de los logros de Nybrandt: la Tibetan National Football Association. Que el equipo haya podido vestir una camiseta nacional, en una cancha destinada al encuentro, fue el resultado de años de esfuerzo contra la opresión china que pretendió penetrar hasta en el futbol con la amenaza de cerrar las fronteras a sus rivales. El significado de tenerla es mayor a la inversión económica.

Foto: No Fifa, No Problem

La ocupación china

El Tíbet es una región estratégica ubicada en el Himalaya, su capital está en Lhasa y es un territorio reclamado por China, principalmente debido a sus recursos naturales favorecidos por la posición geográfica. Ahí viven alrededor de seis millones de personas que reclaman independencia de China desde 1950, cuando las tropas del Ejército Popular de Liberación chino los invadieron para exigir esa parte del territorio luego de derrotar a una pequeña resistencia liderada espiritualmente por el Dalai Lama, quien tuvo que exiliarse en la India. Bajo el argumento de la liberación del sistema feudal y de servidumbre; la opresión china y los hechos violentos se cuentan por centenas. Desde entonces, las tensiones han crecido a pesar de los intentos por defender su soberanía.

La ocupación no ha sido solo física, también ha pretendido ser ideológica, uno de los objetivos es la unificación ante la amenaza que representa la búsqueda tibetana de la autonomía, pero se trata de la ambición que provoca la riqueza existente en su territorio entre yacimientos minerales y el reservorio de agua dulce que se ubica entre los principales del mundo. Sus estrategias son acusadas como asimilación cultural forzada por parte de los pobladores tibetanos, las denuncias por violaciones a los derechos humanos son conocidas por los organismos internacionales de defensa que buscan mediar sin éxito hasta ahora.

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China espera que pronto la población tibetana esté extinta ya sin la lengua de origen ni las tradiciones religiosas y comience a encontrar identidad en su región. Una de las resistencias, en menor medida que las otras, está en el futbol, con más fuerza desde finales de los 90. Michael Nybrandt puso en marcha el sueño, no le pertenecía porque es originario de Copenhagen, pero en un viaje por el Tíbet descubrió por casualidad el hambre por el juego del balón entre los monjes y ahí, en un improvisado partido en un monasterio, arrancó la idea de revivir y conformar con seriedad al equipo representativo. Él sin ser un profesional en la dirección técnica y ellos sin las virtudes del futbol como regalo divino.

La primera camiseta del Tibet en 2001

Una de las principales complicaciones para Nybrandt fue el reclutamiento. Desde 1981, existía un torneo de copa entre los equipos de la región, pero carecían de la organización que vendría después. Los relatos cuentan que el equipo estaba conformado por hombres de complexión casi raquítica, algunos sufrían dolencias por heridas de trabajo y uno de ellos, a causa del ataque de un león. Nybrandt temió enfrentarse a las autoridades políticas en el exilio, a cambio, obtuvo el total respaldo que en principio solo pretendía el juego y propició unión. Una derrota y un empate Khatmandú precedieron al mensaje de felicitación del Dalai Lama y después, el momento soñado: el primer partido internacional ante Groenlandia frente a 5 mil personas.

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"China empezó a amenazar a todas las partes involucradas. Tuvimos problemas para conseguir las visas y unos días antes del partido, hubo una huelga de la aerolínea en Groenlandia, entonces la mitad de los jugadores se quedaron atrapados en Nuuk (capital de Groenlandia) y su técnico debió encontrar un montón de nuevos jugadores en Dinamarca", declaró Nybrandt para The Local. Contra todo, el 30 de junio de 2001, debutaron oficialmente con una derrota por 4-1. Un valioso marcador abrió paso tras años de trabajo, a pesar de que los avances, por cuestiones políticas, no son considerables y persisten las barreras para competir el mejor nivel.

Nybrandt ha hecho de esta historia una novela gráfica.

El futbol no llegó al Tíbet gracias a que Michael paseaba en bicicleta cuando se topó con la oportunidad, pero sin duda, su labor fue importante para concretarlo. Tang Zesheng fue arquero del equipo y se retiró en 1987, mucho antes de que Nybrandt planteará el proyecto. El mejor recuerdo de aquellos días está registrado en su memoria en esa década, cuando ganaron dos torneos a los que fueron invitados junto a cinco regiones autónomas.

Los tibetanos, hombres y mujeres, no han dejado de luchar desde las canchas por pertenecer sin ser una nación, lo hacen en los pequeños clubes que sufren a falta de futbolistas que estén dispuestos a dejar sus lugares de origen por jugar a 3,700 metros sobre el nivel del mar en Lhasa, se esfuerzan sin patrocinadores que temen las represalias y contra las carencias que a veces impiden la compra de un par de botines. Las edades de las plantillas van de los 20 a los 38 años y convencerlos no es sencillo porque las familias deben renunciar al ingreso que representa el trabajo de un joven que sueña con el balón.