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Identidad

La difícil tarea de encontrar marihuana cuando vuelves a casa por Navidad

"Los amigos de mi hermano pequeño me venden droga. Tienen catorce años. No me siento demasiado orgullosa".
Photo by Oleg Zharsky via Stocksy

Volver a casa por Navidad es maravilloso. Es un hecho absolutamente probado que las calorías no cuentan si han sido cocinadas por tu madre y que si te encuentras con tu archienemiga del colegio al salir del súper estará toda gorda y estropeada.

Pero para muchos, volver a casa por estas fiestas significa tenerlo mucho más difícil para pillarse un buen ciego, a menudo porque tienes que viajar desde otra comunidad y no puedes pasar la droga en el avión, o porque tu camello se ha hecho mayor y ya no vive en casa de su madre, o por ambos motivos. Aunque no hay alegría mayor que saber que todos tus hermanos tienen su propio portátil y ya no decidirán que todo el mundo tiene que ver reposiciones de Así se hace en la tele, la realidad de tener que ver tus series sin fumarte un porro en el sofá de tu madre puede ser un bajonazo.

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Para algunas personas, la perspectiva de pasar un par de semanas en casa de sus padres sin drogas podría ser en realidad una oportunidad de tomarse un "descanso", aunque solo sea durante una semana, lo que puede ser bueno para tu bolsillo e incluso para tus sueños. Otros, sin embargo, no quieren renunciar a pillar un buen ciego, pero cuentan con el inconveniente de no saber dónde conseguir hierba.

Marina* tuvo esta misma experiencia cuando volvió a casa de sus padres por Navidad el año pasado. "Pregunté a todo el mundo y nadie tenía maría. Nadie". Enfrentándose a una sequía, Marina decidió ir a por todas. "Acabé comprando un montón de MDMA para Nochevieja", dijo, aunque no recomienda tomar una decisión similar. "No hay nada peor que estar bajo los efectos de esa droga mientras estás en casa de tus padres". Me dijo que las probabilidades de necesitar largarte a cualquier parte o de hablar con tus padres sobre tus "sentimientos" son muy elevadas.

Mientras hablaba con la gente acerca de sus esfuerzos por conseguir droga, surgía una línea narrativa similar en todos los casos: la primera llamada normalmente empieza con el fumeta del instituto que todavía vive con sus padres. El año pasado, Laura volvió a casa y estuvo allí cuatro semanas. "Es profundamente deprimente ir a casa de alguien y ver que no se ha movido del sofá desde que dejamos el instituto", dijo. Sin embargo, eso no le impidió comprar reservas de maría y otras drogas como para un mes, y con descuento. "Jugué la baza de lo bien que nos lo habíamos pasado juntos en aquellos tiempos, empleé un par de citas sacadas de The Office y salí de allí pesando siete gramos más".

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Normalmente le pillo a mi camello en un McDonald's que hay justo al lado de la casa de mis padres

Sergio solía comprar al fumeta de su instituto, pero una vez que su contacto decidió volver a estudiar y se mudó a otra ciudad, tuvo que desarrollar nuevas estrategias. "Este año voy a la caza de alguien que tenga por lo menos 35 años", dijo. Su razón es que a los 35 años la gente probablemente ya está asentada. "Estarán en tu ciudad natal para siempre y tendrás un contacto para toda la vida".

Otros se han dado cuenta de que sus contactos en casa a menudo no son de fiar, lo que les ha obligado a improvisar. "Normalmente le pillo a mi camello en un McDonald's que hay justo al lado de la casa de mis padres", me contó Miguel. Y explicó que una vez su camello no se presentó. "Acabé entrando en el McDonald's para comer algo antes de volver a casa y me di cuenta de que todo el mundo que había allí estaba torradísimo. Intenté ser lo más discreto posible y pregunté al tío que estaba preparando mi hamburguesa si sabía de algún contacto. Aquello no fue bien. Creo que le ofendí bastante".

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Aunque puede que las cadenas de comida rápida sean un lugar muy popular para los trapicheos, algunas personas han tenido suerte en otros lugares más improbables, como el servicio de BlaBlaCar para compartir coche. "Solo había otro tío más en el coche conmigo", dijo Rosa*. "Todo era muy raro, él fue el primero al que recogí, pero decidió sentarse en el asiento del pasajero. No abrió la boca, pero cuando le dejé en su punto de destino, se giró y me dio una pequeña tarjeta de visita". La tarjeta anunciaba su negocio de mantenimiento de jardines, pero cuando la examinó más tarde, Rosa se sintió feliz de ver una diminuta hoja de marihuana impresa en el fondo. "Enviamos un mensaje de texto a su número y conseguimos droga para el resto de las vacaciones", dijo. "Incluso nos derivó a unos colegas suyos cuando le pedimos setas".

Para unos pocos afortunados, encontrar hierba es tan fácil como ir preguntando por el barrio. "Los amigos de mi hermano pequeño me venden drogas", admitió Silvia. "Tienen catorce años. No me siento demasiado orgullosa". Aun así, la cosa no es tan fácil. "Me hicieron pasar las mil y una para demostrar que no era poli o algo así. Tuve que enviar un vídeo de Snapchat diciendo quién era antes incluso de que me dieran los precios".

Sonia le compra a su tía en grandes cantidades. "Me volví un poco loca y me gasté toda la propina de Navidad en maría. Después no pude llevármela en el avión de vuelta a casa", dijo. "Pero no me preocupa demasiado, la he escondido en mi habitación de cuando era pequeña y tendré suministros cada vez que vaya de visita. Solo espero que no que seque demasiado".

De toda la gente con la que hablé, Carlos era el que mejor lo tenía. "Cuando fui creciendo, la habitación del fondo empezó a oler un poco raro", dijo. "Cuando llegué al instituto me di cuenta de que era mi padre. Ahora que soy adulto, simplemente fumamos juntos. En realidad no sé dónde la consigue, pero sé que la llama 'la cosa verde'".

*Todos los nombres se han cambiado.