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Durant está mandando a la mierda el juego en equipo... y le funciona

La estrella de los Oklahoma City Thunder, Kevin Durant, está demostrado que su juego individual y anticuado puede derrotar a cualquier equipo... incluso a los Golden State Warriors de Stephen Curry.
Photo by Kelley L Cox-USA TODAY Sports

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Para ser (teóricamente) un equipo que depende de dos jugadores, los Oklahoma City Thunder aparentan ser un conjunto muy equilibrado cuando están en racha. Es un espejismo: ya verás, echa un vistazo a las estadísticas y allí estarán Kevin Durant y Russell Westbrook en primer lugar… pero aún así es bastante convincente.

Estos Thunder atacan al rival como un tsunami. Todo lo que hacen contribuye a dar esa sensación de furia y velocidad —desde los mates de Steven Adams hasta las exageradas fintas de Dion Waiters, pasando por los triples de Andre Roberson. En su mejor versión, los Thunder son una mancha que se desdibuja en la transición de aro a aro.

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A pesar de las apariencias, los Thunder deben su actual éxito en gran parte a sus dos jugadores estrella y, para ser más específicos, a Kevin Durant. Fue él quien anotó 41 puntos para empatar la serie cuando Oklahoma estaba un partido abajo ante los San Antonio Spurs; de nuevo, fue él quien dos partidos después lideró al equipo con 37 puntos para cerrar la eliminatoria ante los texanos.

En los segundos definitivos del partido inaugural de las finales de la conferencia Oeste, en las que Durant y Westbrook registraron un pobre 16 de 50 en tiros de campo, fue KD quien se sacudió la presión y anotó desde la esquina derecha para asegurar un triunfo catalizador.

No hay canastas fáciles, aunque KD esté empeñado en que lo parezca. Foto de Kyle Terada, USA TODAY Sports

En los dos últimos triunfos de los Thunder ante los Golden State Warriors —que por primera vez han perdido dos partidos de forma consecutiva esta temporada y se encuentran con pie y medio fuera de las finales de la NBA—, Durant nos hizo olvidar por momentos que estaba jugando contra el mejor equipo desde los Chicago Bulls de Michael Jordan.

Durant ha regresado al centro del universo de la canasta, donde se le vio por última vez hace ya dos años. Por entonces, Durantula venía de ganar el MVP y estaba a punto de perder contra los Spurs, que se proclamarían campeones ese año.

El alero de OKC se perdió gran parte de la siguiente temporada por una grave lesión de pie justo el mismo año en el que todo cambió en la NBA: LeBron James regresó a Cleveland, Stephen Curry y los Warriors ascendieron al estrellato y la mayor parte de los equipos adoptaron una doctrina basada en el movimiento de balón, la generación de espacios y —muy especialmente— los tiros de tres.

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Ver a Durant regresar a su nivel de antaño es apasionante, pero a la vez es extraño. Su racha actual no borra todo lo que pasó mientras estaba alejado de las pistas, y por lo tanto es chocante ver como su antiguo juego se mezcla con el estilo del resto de la liga.

Es desconcertante, ya que las acometidas al aro de Durant en solitario —y de Westbrook podríamos decir más de los mismo— no cuadran dentro de la convención actual según la cual cuanto más pases y cortes de balón haya, mejor será el baloncesto se estará jugando. Hay algo todavía peor: y es que quizás, solo quizás, Kevin esté en lo correcto.

En el tercer partido de la serie frente a los Warriors, Durant anotó 33 puntos y cogió ocho rebotes en solo tres cuartos, pero hay un par de jugadas que no duraron más de 10 segundos que son el perfecto ejemplo del dominio del '35'.

En la primera, KD cubrió el aro ante Draymond Green, forzó su fallo y recogió el rebote: en un suspiro, cruzó él mismo la pista, se paró en la línea de tres y se elevó para enchufarla. ¡Pam! La segunda bala llegó mediado el tercer cuarto, cuando los largos brazos de Durant bloquearon en el cristal una bandeja de Harrison Barnes y, nada más darse la vuelta, encontraron abierto en la otra punta de la pista a Westbrook.

Durant no es conocido precisamente por su defensa —después de nueve años en la liga, sigue siendo delgado como una rama y se siente más cómodo utilizando su longitud para meter tiros que para taponarlos—, pero esas dos jugadas fueron muy características. Las condiciones físicas de Durant son prácticamente únicas en la historia de la liga; aquí reside gran parte del placer estético que provoca contemplar su juego.

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Uno contra cinco: ¿por qué no? Foto por Mark D. Smith, USA TODAY Sports

Desde sus 2,06 metros, Durant se mueve como un tipo 15 centímetros más bajo y, por lo tanto, las jugadas que le hemos visto hacer miles de veces parecen una ilusión espacial en cada repetición. Kevin hace las mismas fintas que los bases, con la diferencia que a partir de la nada logra penetrar en la pintura hasta la canasta; en dos pasos, puede esquivar toda la defensa para meter una bandeja fácil; incluso su tiro en suspensión resulta abrumador, ya que su rapidez no permite que el defensor se le acerque más allá de la altura de la barbilla.

Al final, todas estas cualidades convierten a Durant en el jugador que menos ayuda necesita cuando está en racha. Paradójicamente, en el baloncesto actual, esto se considera una debilidad: jugar a ser el héroe, en definitiva, está pasado de moda. Stephen Curry y LeBron James están a la vanguardia porque cada uno explota sus puntos fuertes para crear oportunidades para el resto del equipo.

Russell Westbrook, aunque de una manera algo distinta, también puede jugar a ser el héroe: el '0' de los Thunder rompe todos los esquemas con sus embestidas cargadas de energía.

Durant es, en cualquier caso, un tipo sui generis. En lugar de contrarrestar la táctica del enemigo con más estrategia, Kevin convierte el juego en una serie de estímulos+respuestas. Si le presionas, te esquiva; si le dejas espacio, se levanta y mete el tiro; si detienes sus cortes sin balón hacia el aro, se da media vuelta y recibe la pelota para meterla con un floater desde la pintura.

En definitiva, estamos tratando con un genio muy diferente al resto: un talento completamente individual. No suele acontecer durante los 48 minutos que dura el partido, sino en destellos de imposibilidad; Durant sale de la rutina del juego, se eleva y hace movimientos que nadie más ha logrado hacer nunca.

Mientras que los Warriors se regocijan en su harmonía, Durant golpea a Dion Waiters en el hombro y entre dientes le dice "jódete, ¡jódete!". Es una advertencia: que nadie —ni sus compañeros— se atreva a molestarle o, mucho peor, a no pasarle el balón.

Con 1-3 en la eliminatoria, el método Durant vuelve a ganar seguidores pese a ser anticuado y egoísta según sus detractores. Si los Warriors remontan, el resultado se utilizará para machacar más este estilo de juego; de lo contrario, reforzará la idea de que el solista virtuoso también da réditos en la NBA.

Más allá de cosas de baloncesto, el autor comparte su condición de virtuoso de la barra de bar en Twitter: @robertfoconnell