FYI.

This story is over 5 years old.

un pionero que no caduca

10 preguntas a Carlos Soria, conquistador de ochomiles a los 77 años

Lleva más de medio siglo en la montaña, y este pionero del alpinismo español asegura que no piensa parar de escalar hasta cumplir el reto de los catorce ochomiles del mundo.
Todas las imágenes cedidas por Carlos Soria

Sigue a VICE Sports en Facebook para descubrir qué hay más allá del juego:

Carlos Soria tiene 77 años y no para quieto ni un minuto. Este avilés, pionero del alpinismo en nuestro país, lleva más de 60 años hipnotizado por la montaña, pero a pesar de ello su historia no trascendió hasta que se propuso un objetivo muy ambicioso: ser la persona de más edad del mundo en subir los catorce ochomiles de la tierra.

Publicidad

La cosa no le va mal porque solo le quedan dos cumbres —el Dhaulagiri y el Shisha Pangma— para completar un reto que ha maravillado a miles de personas de todo el planeta. "Creo que puedo conseguirlo, si no es en 2017 será en 2018". Confía en sus posibilidades y nos confiesa estar ilusionado, aunque es consciente de que ya tiene muchos años y sus opciones pueden cambiar en cualquier momento.

Más entrevistas: 10 preguntas a R4six, el ilustrador 'cutre' del deporte

A pesar de que la montaña es una fuente de trabajo para los mejores escaladores del mundo, él asegura que está encantado de haber currado desde los once años —de niño fue encuadernador y después heredó el oficio de tapicero de su padre— para financiarse sus actividades en la montaña, que además de las ascensiones a los techos de la tierra incluyen el esquí de fondo y la bicicleta.

Carlos Soria, en la cumbre del Ama Dablam en 2015

Buenas Carlos, y gracias por atender a VICE Sports. A la gente de tu edad la meten en residencias o las dejan en el sofá viendo la tele, ¿cuál es tu secreto?

La ilusión, tener ganas de vivir y ponerse objetivos. Siempre he sido alpinista y me apetece seguir siéndolo, porqué no. Creo que cada vez hay más gente mayor que hace cosas interesantes, y me da lástima cuando veo a gente deprimida porque ya no trabaja y no sabe qué hacer; nunca deberían tirar la toalla.

¿Y tu médico no te llama loco por hacer lo que haces?

No, porque ya me conoce muy bien. Eso sí, no siempre estamos de acuerdo y alguno se puede extrañar más o menos. Por ejemplo, me operaron de una hernia en el ombligo y cuando me quitaron los puntos subí con la bicicleta el puerto de Navacerrada; allí me encontré a un amigo que es médico, y cuando me vio la cicatriz se espantó y dijo: 'yo no he visto nada, ya ni soy médico ni nada'. Al final no tenía razón, porque no tuve ningún percance.

Publicidad

**¿Cuál es la principal lección que has sacado de la montaña? *¿Y qué debería aprender la sociedad de ella?***

Sobre todo, que me ha dado una vida fantástica y que he podido conocer el mundo, y eso es muy importante. He hecho las cimas más altas de los siete continentes, lo que me ha servido para ir a la Antártida, a Indonesia, a Rusia, a Alaska, a África… para un chaval que no tenía muchas posibilidades, porque venía de una familia muy pobre, no me puedo quejar.

La montaña es el máximo exponente de la naturaleza, y es un lugar muy amplio con espacio para todo el mundo. Nadie en su sano juicio, por muy poca sensibilidad que tenga, se puede sentir indiferente ante un paisaje lleno de bosques y montañas. No digo que tenga que ser toda la vida de una persona, como en mi caso, pero la naturaleza debe formar parte de la vida de cualquier humano. Merece la pena.

Carlos Soria (en el medio con camisa de cuadros), junto a unos amigos en la Pedriza de Manzanares en 1955

¿Recuerdas tu peor día en la montaña? ¿Cómo fue?

Sí, recuerdo en especial la primera vez en el Kangchenjunga; di media vuelta a 8 300 metros, muy cerca de la cumbre. Iba solo con un sherpa, mis compañeros se habían quedado más abajo porque no lo veían claro. Se nos acabó la cuerda a unos 300 metros y seguimos subiendo, pero hubo momento en que paré y pensé que aquello no estaba bien. Siguieron diez personas, y cinco de ellas murieron en la bajada. Fue algo terrible.

Pepe Garcés, uno de mis compañeros, desapareció el último día de ascensión al Dhaulagiri, y eso fue más duro porque era mi amigo. A otro compañero de escalada lo asesinaron un día en su tienda, lo que demuestra que al final puedes perder a cualquiera en cualquier parte.

Publicidad

Cuando encaras la ascensión a una cumbre, ¿no entra en tus posibilidades el no volver a ver a los nietos y a la familia?

Si, lo he pensado muchísimas veces y no solo ahora. La primera vez que subí al Manaslu en 1973, con la primera expedición española en un ochomil, sufrimos unas avalanchas terribles y lo pasamos muy mal. Cuando iba a volver en 1975, pensaba que no podía hacerlo. En el Annapurna [su último ochomil, que completó el pasado mayo] sufrí mareos el día que nos comunicaron que podíamos subir a la cima. Creo que dentro de mí tenía una inquietud importante, pero cuando subí la primera cuesta se me pasó todo.

Al final lo hago porque me gusta la montaña, y también es cierto que llevo más de 60 años en esto y nunca me ha pasado nada.

¿Qué es lo que nunca falta en la mochila de un alpinista?

El sentido común, con llevar sentido común ya lo llevas todo. Lo demás es porque lo has hecho bien. Parece algo sencillo, pero no lo es tanto.

¿Cómo es lo de ir al baño a 8 000 metros de altitud?

Pues es algo complicado, hacer pis no tanto porque normalmente lo haces en una botella de plástico, se cierra y se ha acabado. Los trajes tienen una cremallera especial que se abre por detrás y así no tienes que desnudarte. Recuerdo que un año hacía un viento terrible y teníamos dos tiendas que se juntaban en un túnel. Un compañero tuvo que hacerlo en una bolsa de plástico allí en medio, y olía fatal.

Publicidad

¿Y allí arriba se come bien?

En el campo base, a 5 000 metros, se come prácticamente como en casa. Más arriba se complica por dos motivos: la altitud te quita apetito y encima la comida es un peso que cargar. Hay que llevar cosas ligeras, a mi me gusta mucho el jamón y la cecina [troceados]. Luego entran muy bien los quesitos, el membrillo y, sobre todo, las sopas y el arroz. Al final se trata de llevar cosas que te apetezcan, y a mi me pierden las aceitunas y los berberechos.

Has estado en muchas montañas, ¿cuál es tu favorita y por qué?

Tengo muchas favoritas, pero me quedaría con el Manaslu. Es la única montaña del Himalaya que tiene un pueblo en el valle, con unas praderas enormes llenas de yaks. Es un sitio fantástico e imagínate la alegría que tuve al conseguir coronarla 37 años después de mi primer intento. Cuando me haga mayor, me iré un mes a vivir a esas praderas a leer y a pasear.

Pero a ver, ¿cuando te vas a hacer mayor mayor?

Cuando lo note, no lo sé. Algunas veces me asusta pensar en la edad que tengo, me pregunto '¿pero qué me pasa?' El uno de mayo subí al Annapurna, era el mismo día que mi hija mayor cumplía 50 años y pensé 'hostias, esto es muy fuerte'. En nada llegaré a los ochenta años y leches, yo veía a los de sesenta muy mayores.

***

Es evidente que Carlos Soria es un anciano muy peculiar, y él mismo se define como "el jubilado con menos tiempo del mundo" al término de la entrevista. Y lo pueden confirmar sus nietos, unos niños que nacieron viendo a un abuelo muy activo y con tendencia a desaparecer durante largos períodos de tiempo y que cuentan con los dedos de una mano los días que el abuelo los ha recogido en la puerta del colegio.

Publicidad

Soria se acordó del equipo que le ha acompañado en sus últimos retos, aunque no sabe si podrá contar con ellos en el futuro por la falta de un patrocinador y financiación

Lo que también sabrán sus nietos es que tienen a un abuelo moderno, que para promocionar y financiar parte de su pasión por la montaña —las expediciones a un ochomil pueden costar entre 15 000 y 100 000 euros— se ha metido en todos los tinglados virtuales y domina el lenguaje 2.0.

Un futuro octogenario que controla sobre Youtubers e Intagramers porque asegura que no le queda más remedio. El mismo que, a sus 77 años, nos hace viajar al pasado para reflexionar sobre las facilidades de la vida moderna. "Cuando fui a la montaña por primera vez, el correo tardaba como 15 o 20 días, y ahora en el campo base tenemos wifi, imagínate".

Soria cierra la entrevista citando de nuevo lo que más valora en esta vida, que no es precisamente la montaña. Habla de sus amigos y de su familia, y no se olvida de su equipo de cinco personas —todos ellos más jóvenes que sus hijas— que le ha acompañado en estos últimos años de vetustas ascensiones a alturas impensables… para un hombre que bien podría ser tu abuelo.

Le quedan dos más para hacer historia.

Sigue al autor en Twitter: @GuilleAlvarez41