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tortas como panes

Así es el krav magá, la técnica de lucha israelí que usa el FBI

Nos adentramos en Israel para visitar los orígenes del krav magá, una violenta modalidad de combate cuerpo a cuerpo que nació como método de defensa personal contra los nazis.
Todas las fotos son de Lenny Pomerantz

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Para llegar a Kfar Yona desde Tel Aviv hay que tomar la carretera número 2 a lo largo de la costa y tomárselo con paciencia. Son treinta kilómetros de baches en los que cualquier vehículo puede cambiar de carril en cualquier momento en un país donde tocar la bocina no responde siempre a un motivo evidente.

En el camino se pueden admirar las playas y observar cómo las olas rompen en las rocas. Hay dos coches en el arcén: probablemente hayan chocado. No es un viaje tranquilo pero a la vez es plácido. Tras una de las numerosas encrucijadas llegamos a Netanya, donde se fundó el primer club de krav magá —"combate de contacto"— de la historia.

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Tomé el camino hacia la derecha, conduje unos veinte minutos rodeado de campos y vegetación hasta llegar a mi destino: Kfar Yona, que en hebreo significa literalmente "pueblo paloma".

A la entrada de la ciudad, delante de un enorme gimnasio, encuentro el local que heredó el legado de Imi Lichtenfeld, el fundador del krav magá en la década de los años 30. El club está situado en la parte superior de un edificio sencillo, por no decir obsoleto. El lugar conserva la esencia de una disciplina que nació hace más de 80 años.

Es aquí donde Shlomi Avisadon —un tipo clavado a Javier Mascherano— imparte clases. Es el hijo de Avi Avisadon, impulsor de la mayor asociación de krav magá en Israel (KAMI): cincuenta gimnasios en todo el país, casi 4.000 aprendices, profesores trotamundos y una filosofía que jamás ha cambiado.

"El dinero no es importante, lo que cuenta es conseguir mejorar el proyecto de krav magá", explica Avi, uno de los tipos más fuertes de Israel… y probablemente, del planeta.

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"He formado a personas en Brasil, Estados Unidos y Europa; muchas veces los chicos no tienen el nivel para convertirse en instructores, así que no les validé el título", comenta Avi. "Me sorprendió que vinieran a mi quejándose de que habían pagado la formación y les dije que aquí pasa igual que con los estudios: se paga, pero si suspendes te toca repetir".

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No me explica si se ha encontrado con problemas con su método, pero parece evidente que nadie se va a meter con el equivalente a un Judan —el máximo grado en las artes marciales japonesas— de krav magá.

Avi es uno de los pocos discípulos de Imi Lichtenfeld que sigue con vida. "Todo comenzó cuando tenía 12 años, a finales de los sesenta, y yo era un niño problemático que pegaba a todo el mundo. Mis padres me apuntaron al gimnasio para que me desahogara", recuerda.

Aburrido de levantar pesas, pronto se fijó en los chicos que estaban a su lado luchando. Entre ellos se encontraba Imi: "Pregunté si podía unirme a ellos y rápidamente me integraron en el grupo. En esa época nadie sabía qué demonios era el krav, así que estaban encantados de reclutarme".

Junto a sus mentores, Avi progresó a pasos agigantados. Hacía cuatro veces a la semana el trayecto hasta Netanya para presenciar la evolución de una disciplina en constante metamorfosis. "Imi aportó nuevos movimientos, modificaba los antiguos… fue un periodo muy interesante. Él quería sobre todo que la gente fuera capaz de protegerse y transmitir las enseñanzas que habían recibido".

Para Lichtenfeld, la transmisión de los conocimientos era uno de los elementos clave de la disciplina. Para nosotros "alguien que es capaz de explicar es alguien que es capaz de entender", explica Avi. Cuando el fundador decidió dejar paso a sus aprendices, algunos de ellos tomaron caminos separados.

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No todos respetaron la filosofía básica de su mentor y por eso Avi creó KAMI en agosto de 1989. "Quiso bautizar su asociación como 'Krav Maga Israelí', pero sus excompañeros no le permitieron apropiarse de ese nombre, por lo que optó por 'Krav Magen'. Magen significa defensa y casa bien con los orígenes de la disciplina", asegura Akiva Nalkin, secretario general de la asociación y Godan en su tiempo libre.

La Biblia del krav magá

Esta modalidad de combate cuerpo a cuerpo nació a finales de los años treinta en los guetos de Bratislava (Eslovaquia) para proteger a la comunidad judía de ataques antisemitas. Imrich —su nombre real— Lichtenfeld, que practicaba boxeo, judo y lucha desde la infancia, quería poner fin a la violencia que sufrían los judíos.

Reunió a varios de sus amigos para formar un grupo de vigilantes que se peleaban en la calle contra los fascistas locales, contexto en el que le vino a la cabeza el krav magá. En 1940 emigró a Palestina y se unió a la famosa organización sionista Haganah.

Después de que Israel declarara su independencia en 1948 se hizo instructor en el ejército e inició a los soldados en las técnicas de combate cuerpo a cuerpo antes de fundar su primer club en 1967.

"Todo lo que tiene que ver con la seguridad del país está muy bien valorado, y de repente el resto del mundo quiso hacer lo mismo que nosotros ", explica Avi Avisadon para justificar el éxito del krav.

Desde los ochenta, el FBI, la DEA, el GIGN y los Marines se iniciaron en este estilo de combate. "No paramos de recibir solicitudes", asegura con orgullo. "Con todo lo que está pasando ahora, los ataques en todas las ciudades, la gente quiere ser capaz de defenderse ante los terroristas".

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Lo que nos lleva de nuevo a Kfar Yona: Shlomi Avisadon quiere despertar el espíritu de los jóvenes que tiene delante. "Practicar krav magá es bueno, pero no es suficiente. Hay cuatro etapas en el desarrollo personal que deben formar parte de su vida: la primero es la de tomar conciencia", afirma. Para él, mantenerse informado en Israel es una prioridad, ver dibujos animados un lujo innecesario.

Varios aprendices de krav magá esperan las órdenes de Shlomi Avisadon

La segunda etapa es la vigilancia: "Cuando estás en la calle no puedes estar pegado al teléfono para escribir mensajes de texto. ¿Cómo se puede ver el peligro si estás mirando el WhatsApp?" Esta podría ser una lección de vida transferible para el resto de la humanidad.

La tercera etapa es la prudencia. "No se debe buscar el peligro, hay que saber evitarlo". Y, por último, la última etapa de este viaje de iniciación es el juicio: "Hay que preguntarse, ¿en qué puedo ayudar, sería prudente marcharme?" Hay un momento de silencio para digerir, para comprender su mensaje.

Desde principios de 2016, una docena de israelíes han sido asesinados en ataques y una veintena más han resultado heridos. "Los alumnos no están particularmente preocupados, ya que aquí es un suceso habitual", asegura Shlomi.

Tras el discurso llega el momento de pasar a la acción, que está lejos de convertirse en una exhibición de miles de chinos que dan patadas espectaculares de forma sicronizada. "Si existe un peligro inmediato, ¿puedo darle una patada en los huevos?", pregunta un niño de seis años.

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Ante la risa general, Avisadon comparte que probablemente es una muy buena idea. El krav magá trata de adaptar las técnicas a las habilidades de cada persona.

El segundo grupo del día tiene entre 10 y 14 años. Los jóvenes se dedican a repeler ataques con cuchillos de plástico. "Nuestra realidad es la que impone el contenido de mis clases", asegura Shlomi. "El Kung-fu es muy bonito y a la vez inútil, por eso lo que aquí aprendemos tiene interés" comenta uno de los chavales que participa en las clases.

Conscientes del potencial peligro que deben afrontar, los jóvenes no parecen demasiado preocupados. "Cuando les enseño algo tienen una probabilidad del 10% de salir vivos, que es mejor que el 0%. Deben seguir entrenando y ser diligentes para aumentar las probabilidades", afirma Shlomi.

Para conseguir rozar la perfección, los aprendices deben dominar más de 343 movimientos técnicos: patadas, puñetazos, agarres, defensa contra cuchillos y pistolas… todas figuran en un manual de un centenar de páginas escrito por Akiva Nalkin. Es la tercera edición de un texto que se seguirá revisando con el paso del tiempo.

A las ocho de la tarde llega el último grupo de la jornada, los adultos. Hay miembros del ejército, el jefe de seguridad de la Embajada de Estados Unidos y otros altos cargos. Practican lo mismo que los niños, pero por primera vez me doy cuenta de que sí, parece que tengan un 10% más de probabilidades de escapar ante cualquier peligro.

Puedes seguir las clases de autodefensa 2.0 del autor en Twitter: @LennyPomerantz