Bienvenidos a Múnich, la meca del surf... en el río
Foto de Tom Sekula

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surf en el eisbach

Bienvenidos a Múnich, la meca del surf... en el río

En el centro de Europa se practica el surf en el lugar más inesperado que puedas imaginarte. Ah, y el nudismo también.

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Es una mañana fría de octubre en Múnich, Alemania. Una multitud se reúne al lado de la Haus der Kunst, el imponente edificio gris construido por los nazis como museo de arte germánico. Hoy, la Haus se mantiene en pie como recordatorio de ese periodo: acoge exposiciones temporales — muchas veces, con el tipo de arte que los nazis jamás habrían permitido que se expusiera allí — y un club nocturno.

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Pero la gente que se reúne fuera está aquí con un objetivo muy distinto.

Hay quizás unos 50 de pie en un puente sobre el Eisbach, el río que fluye por los canales del Jardín Inglés de Múnich. Otro gran grupo de gente se reúne en las orillas: ocasionalmente, aplauden. En el agua, una cuadrilla de surferos con neoprenos de cuerpo entero se mece al ritmo de una ola fija, perpetua: intentan trucos, cogen aire. Cuando caen, desaparecen momentáneamente y reaparecen unos metros más abajo. Están surfeando en el río.

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El Jardín Inglés es uno de los parques urbanos más grandes del mundo. Es más grande que el Central Park de Nueva York y notablemente más peculiar. Es un lugar maravilloso para ir de pícnic al lado del río o para jugar un partido improvisado de fútbol en el césped. También acoge una enorme torre de estilo oriental con un "Biergarten" (literalmente, "jardín de la cerveza": las tradicionales terrazas bávaras en las que se sirve principalmente este tipo de bebida). El parque es famoso en parte por la tradición de algunos locales de tomar el sol desnudos en verano, cuando el tiempo es más favorable.

El nudismo, sin embargo, no es la única subcultura que se da cita aquí: los surferos también aman el parque. La Eisbachwelle, como se conoce a la ola, es la primera destinación surfera en Alemania. Ha sido objeto de multitud de reportajes, y algunos chicos que dieron sus primeros pasos en el mundillo con esta pequeña ola — situada a más de 300 kilómetros del mar Adriático y a unos 600 del Mar del Norte — se han convertido en profesionales.

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Otros profesionales (los que crecieron en olas reales, de las que tienen sal) y leyendas como Rob Machado muchas veces pasan por Múnich para visitar la Eibachswelle. En algunas ocasiones, cuando las cosas se ponen realmente extrañas, los muniqueses la surfean desnudos… pero bueno, eso ya es otro tema.

Sí, este tío está surfeando en un río que pasa por un parque en el medio de una ciudad. Cosas que pasan en Alemania. Foto de Tom Sekula.

La existencia de la ola es el resultado de una rareza en la ingeniería alemana. El agua del Eisbach viene del cercano río Isar: para detener la fuerte corriente y reducirla a la serenidad que uno espera de un Jardín Inglés, los ingenieros sumergieron bloques de cemento justo al lado del puente. Eso sirvió para ralentizar el agua, pero también creó unos rápidos, y en los 70 alguien los empezó a utilizar para hacer surf.

Eso, sin embargo, solo podía hacerse cuando el caudal de agua era el adecuado, hasta que los surferos aprendieron a manipular la ola sumergiendo tablas y amarrándolas a los pilares del puente. Las tablas generan una especie de efecto suavizante sobre el agua que crea una ola perfecta incluso cuando el caudal es escaso.

Hacer surf en el Eisbach es menos dinámico que hacerlo en el océano, principalmente porque al fin y al cabo es un lugar pequeño. No obstante, la parte buena del asunto es que la ola es mucho más predecible, y los surferos saben cómo trabajarse sus distintas secciones. También es mucho más divertido para el espectador que el surf en el mar; mirar a los surferos desde la orilla tiene algo íntimo, incluso relajante. Hacen bromas y se animan entre ellos, y cuando uno logra un truco, el público le aplaude.

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Surfear la Eisbachwelle tiene algo de ritual, con los demás surferos y el público animándote a tu alrededor. Foto de Tom Sekula.

El surfero que hace más trucos en el momento es un tipo con un bañador negro y verde y orejeras llamado Henry Palms. Con su 1,75m de altura, tiene el tipo de cuerpo compacto ideal para el surf. Sus giros son nítidos y poderosos y su estilo personal es muy espectacular.

Palms se trasladó a Múnich desde la ciudad de Colonia hace unos diez años, siempre con un ojo puesto en este lugar. "Vi este sitio hace tiempo y descubrí cómo funcionaba", me explica después de su sesión, mojado de los pies a la cabeza, mientras carga la tabla en su coche. "Yo intentaba hacer surf en el océano en esa época y hacía muchos deportes, como snow y skate. De camino al trabajo pasaba por aquí, a través del parque, y cuando vi la ola me decidí. ¡Tenía que probarlo al menos una vez!".

Palms, como muchos surferos de Múnich, empezó a practicar con las olas menos potentes que a veces cruzan el Isar, a las afueras de la ciudad. Debido a las rocas sumergidas, el Eisbach es muy peligroso. Hay señales a lo largo de la orilla que advierten a los surferos sin experiencia que es mejor que ni siquiera lo intenten, y los locales pueden ser tan fríos como el agua hacia los recién llegados.

Estos elementos de disuasión no siempre funcionan. En el Isar no hay olas ahora mismo, y como dice el propio Palms, "todo el mundo quiere venir aquí, porque esta es la ola fuerte. Es un poco como la Pipeline del lugar, así que todo el mundo quiere venir aquí aunque tengan poca práctica. Y es peligroso, ¿sabes? Tienes que acostumbrarte a las rocas, debes aprender a caer porque luego salir del agua es complicado. De hecho, es incluso peligroso".

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Aunque pueda parecer apacible, debajo de la Eisbachwelle hay un lecho de piedras nada recomendable para la salud. Foto de Tom Sekula.

La gente ha estado cerca de ahogarse en la zona, pero por lo que sé nadie ha muerto surfeando la Eisbach, aunque las lesiones son muy comunes. Palms se ha hecho daño un par de veces, "pero tampoco mucho", explica. "Me he golpeado contra las rocas alguna vez y un día casi me rompo la nariz, pero nada grave. No obstante, las rocas son peligrosas. Si te das contra ellas de cabeza, quizás no vuelvas a subir después".

"El lugar es peligroso sobre todo de noche", prosigue Palms. "De día está tan lleno que mucha gente viene aquí de noche. Y si no vas en grupo y estás atento (está totalmente oscuro, no se ve nada), en cualquier momento puedes perder a un compañero y que éste se haya ahogado. Tienes que estar muy atento, para ti y para los demás".

No sorprende que la ciudad albergue sentimientos contrapuestos hacia el surf. Según Palms, estuvo prohibido un tiempo, cuando el parque pertenecía al Estado Libre de Baviera y no al Ayuntamiento de la ciudad. Eso creaba problemas con las compañías de seguros, aunque eso no detuvo a los surferos en absoluto.

"Era un problema, porque surfear aquí es muy popular, y todo el mundo grababa vídeos con el teléfono y cosas así", explica Palms. "Así que finalmente los políticos se dieron cuenta de que era algo turístico, así que la ciudad y el Estado intercambiaron la propiedad: ahora si te haces daño aquí es como si te cayeras por la calle. Es tu problema".

A pesar de esto, a los muniqueses sigue sin hacerles ninguna gracia la posibilidad de que algún flipado venga, se haga daño y lo arruine todo, así que si vienes con tu tabla y un traje de baño, no esperes ningún comité de bienvenida. Pero incluso así, la gente sigue viniendo a surfear la Eisbachwelle… y después, quién sabe, a tomarse una cervecita, desnudarse y relajarse un rato en el parque.

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