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crash and burn

Sexo, drogas y Fórmula 1: la salvaje carrera de Tommy Byrne

Estaba llamado a la gloria de la Fórmula 1, pero su fama de pendenciero y de borracho le impidió conquistar el éxito. 40 años después un documental cuenta su historia.
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Existen algunos corredores de automóviles que van sobrados de talento, tipos que alcanzarían el liderazgo sin despeinarse pero que nunca han tenido la oportunidad de competir. La Fórmula 1 es un circo cerrado e influyente y, a menudo, quienes no tienen los padrinos adecuados no alcanzan a saborear las mieles del estrellato.

Tommy Byrne es un caso aparte, especialmente porque a él sí que le brindaron esa oportunidad, y porque la agarró con ambas manos hasta que vio como se le escapaba sin enterarse. Las razones exactas que explican el fracaso de este irlandés siguen sin estar claras —ni siquiera ahora que un nuevo libro y un documental explican su tumultuosa vida y trayectoria.

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Más motor: James Hunt, el vividor que corrió en la Fórmula 1

Byrne nació en Drogheda, en la República de Irlanda, y se postuló como un serio aspirante al trono de la Fórmula 1 a principios de los ochenta. Las expectativas se dispararon después de que se proclamara campeón del titulo de F3 británico en 1982. Al año siguiente, Ayrton Senna le relevaría como campeón de la disciplina, y eso son palabras mayores.

Tommy Byrne, un tipo con carácter, un excelente piloto y, por encima de todo, un gran vividor. Imagen vía Facebook

Hacia finales de 1982, Byrne ya intentaba hacerse con un hueco en la F1, por mucho que lo hiciera con la última escudería de la parrilla, Theodore. Claro que, al igual que sucedería con gran parte de sus iniciativas, las cosas se torcerían.

"Intenté clasificarme para cinco carreras y terminé compitiendo en dos", explica. "Tuve mis problemas con el equipo porque eran una de las escuderías con menos recursos y no era fácil clasificarse; yo, por aquel entonces, estaba acostumbrado a ganar carreras. Entonces, en Theodore me dijeron que mi problema es que no era lo suficientemente bueno —y eso que venía de ganar el campeonato de F3".

A pesar de todo, el título de F3 le brindó la oportunidad de hacer una prueba con la escudería más poderosa de la época: McLaren. Sin embargo, una vez más, las cosas no salieron exactamente como Byrne hubiese deseado.

Llegados a este punto, igual habría que mencionar que a Tommy Byrne le iba más la fiesta que la mierda a las moscas.

Byrne se lo pasaba en grande tanto al volante como lejos de él, detalles que no escatima en su libro. Hoy en día los jóvenes pilotos dicen que correr es su verdadera pasión, claro que para Byrne la ecuación sincera y perfecta la formaban la velocidad, las mujeres y las drogas. Su naturaleza salvaje fue uno de los grandes motivos para explicar su vertiginoso pilotaje —lo que provocó que fuera comparado con otro salvaje, el británico James Hunt—, y tal era su reputación que no gustaba a los carcamales que dirigían las escuderías de F1 de la época.

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Byrne disfrutando de la vida en la Fórmula 2 de México, donde casi muere acribillado en medio de una fiesta. Imagen vía Facebook

En un pasaje del libro Byrne recuerda que "la noche anterior había salido de fiesta con un colega. Nos levantamos a un par de chatis, y nos las llevamos a los tests, lo que probablemente causó una mala impresión".

Nadie duda que el entonces director deportivo de McLaren, el maniaco y obsesivo Ron Dennis, no vio con buenos ojos el libertinaje de Byrne. A pesar de que Dennis no presenció el momento en que Byrne apareció con las dos chicas el día de su prueba con McLaren, se sospecha que Dennis ya tenía claro entonces que no iba a concederle ninguna oportunidad al irlandés.

"Para mí aquella prueba fue muy importante", recuerda Byrne. "En cuestión de dos meses había tenido ocasión de pilotar el coche más lento y el más rápido de la parrilla. ¿La diferencia? De cuatro segundos por vuelta. Yo fui un segundo más rápido que Thierry Boutsen, que recién se bajaba de su bólido. Y para mí Thierry era un excelente piloto"-

Tommy está en lo cierto: Boutsen era un buen piloto, uno que terminaría participando en 160 grandes premios, de los cuales se adjudicaría tres. Ser más rápido que Boutsen no era moco de pavo.

Claro que aquello no fue suficiente para convencer a McLaren, que se desentendió de la suerte del irlandés, y no quiso ni ofrecerle un asiento ni buscarle una escudería alternativa en 1983. Con el tiempo, trascendería que Byrne ni siquiera tuvo la oportunidad de probar el bólido como se merecía durante aquel día.

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Byrne al volante del recalcitrante Theodore. Imagen vía Facebook

"Yo estaba en Estados Unidos, haciendo de entrenador de pilotos en Elkhart Lake. Entonces conduje mi scooter hasta el pit lane y me encontré con Tony Vandungen, que aquel día era el encargado de instalar los pedales y de hacer las veces de mecánico de los bólidos. Y me dijo: 'Tommy me preguntaba qué te habría pasado. Hiciste una gran prueba y ni siquiera conducías el mejor coche'. Yo le comenté que aquel era el mismo coche del que se había apeado Thierry. Y entonces Tony me dice: 'Si, pero es que cuando te estábamos instalando los pedales me dijeron que no te permitiera pisarlo a fondo'. Le pregunté el porqué. 'No lo sé, supongo que no querían que fueses tan rápido como Boutsen'. Yo no tenía la menor idea. Me quedé en estado de shock".

"Ron le dijo a Mark Hughes, el coautor de mi libro, que el motivo para tomar aquella decisión fue que aquel era el auténtico bólido de Niki Lauda, y que no quería que lo estropeara. Aquella era la versión oficial".

Se trata de un argumento que sería contradicho por el hecho de que ambos tuvieron ocasión de conducir el mismo vehículo solo 24 horas después. Tal y como explica Tommy: "¿El coche que a Ron tanto le preocupaba que yo estampara? Nick Mason y Leo Sayer lo condujeron al día siguiente. Y Leo me dijo más tarde: 'Todos los mecánicos estaban hablando de lo rápido que eras'.

"Y yo no tenía ni idea de esas movidas", añade.

"Ahora que lo pienso de nuevo, todo encaja. En realidad la prueba no importaba. Probablemente no quisieran que lo hiciera bien, porque había estado alardeando de lo rápido que correría —estaba tan enfadado con los tipos de Theodore que me había dedicado a decirles eso. De cualquier forma, la versión oficial es que no querían que les estampara el coche".

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Sus ambiciones en la Fórmula 1 terminaron aquel día. Entonces planeó viajar a Estados Unidos para conseguir algún contrato profesional. Sin embargo, le tentaron para que se quedara en Europa una temporada más, y siguió cosechando buenos registros. "Mi intención era irme de nuevo en 1983 para empezar de cero, pero me quedé un año más después de que Eddie Jordan me convenciera de correr la F3 europea. Y así fue como competí otro año junto a Gary Anderson. Finalmente me fui a Estados Unidos en el 85. Lo intenté, pero mi destino era otro".

Pese a que no lo consiguió, dejó una estela inolvidable entre varias personas. En el flamante documental que se estrena el próximo día 30 en el Reino Unido, Crash and Burn , el súperrespetado Anderson asegura que el talento de Byrne era comparable al de Michael Schumacher. Anderson corrió al lado de ambos cuando tanto Byrne como Schumacher no eran más que tempranos veinteañeros.

Cuando se mudó a Estado Unidos, Byrne decidió disfrutar un poco más de la vida. En el documental confiesa "haber consumido suficientes drogas como para matar a un búfalo —y uno solo puede especular cuál es semejante cantidad—, mientras que el expiloto de Fórmula 1 John Watson asegura que si existiera una medalla de oro para el más follador, esa se la hubiese llevado Byrne un año detrás de otro".

"La verdad es que me lo estaba pasando bien" confiesa Tommy. "Me acostaba a las nueve de la mañana y nadie hubiera dicho que iba tan fuerte. Entonces me fui a México y allí las cosas se fueron un poco de madre. Allí hubo de todo, sobre todo chicas y armas".

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Su última declaración en el documental es una manera de poner los puntos sobre las íes. Igual no pareció que Byrne se estuviera tomando tan en serio las carreras, sin embargo, su éxito en Estados Unidos volvía a ser la prueba de que era un superdotado con un volante entre las manos.

Byrne durante sus días de piloto en Estados Unidos, probablemente después de que se le pasara por alto alguna señal de prohibido fumar. Imagen vía Facebook

Fue subcampeón del campeonato de monoplazas de 1988 y de 1989 (hasta conseguir el récord absoluto de pole positions, y quedarse a un solo piloto de ser el más laureado en los 30 años de historia de la competición). Normalmente, unos resultados así bastarían para conseguir un asiento en cualquier escudería del circuito IndyCar —sin embargo, Byrne nunca llegó a competir en la categoría reina.

En lugar de eso, prefirió hacer un inesperado viaje al sur, y hacerse con un asiento en un monoplaza en México, nada menos. En aquella época varios talentosos pilotos europeos se ganaban la vida pilotando por los circuitos chicanos, así que él no quiso ser menos.

"Estaba pilotando en Fórmula 2 y en Fórmula 3. Y en México se tomaban las carreras muy en serio. En Ciudad de México las carreras de F3 arrastraban a 40 000 espectadores hasta las gradas, y todos los periódicos hablaban de ellas. Claro que lo que no te conviene es intentar inmiscuirte en la organización y la política de las carreras mexicanas —si no les gustas te tachan de gay y de traficante. Son los peores insultos que existen allí. Una vez te lo dicen, revistas y periódicos no tardan en hacerse eco.

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"Yo era una especie de minicelebridad allí", continúa. "Estaba ganando fácilmente 100 000 libras al año, y mi patrocinador era Corona, así que bebí miles de cervezas. También conseguí que me patrocinara Nokia durante un año. Conocí al presidente, que venía de una visita oficial en Finlandia y me dijo: 'Tommy, si ganamos, nos vamos de fiesta. Si perdemos, nos vamos de fiesta'. ¡Y al día siguiente casi la palmo de todo el tequila que bebí!"

Byrne se acuerda de una noche especialmente pasada de vueltas en la casa donde vivía, cuando una fiesta particularmente salvaje se salió de madre. Él mismo lo resume: "Mi amigo Nacho empezó a disparar en el piso de arriba —supongo que no le gustaría lo que estaba pasando— y un grupo de chicas empezaron a correr despavoridas, en desbandada. Se veían tetas volando por todas partes. Y entonces Nacho me miró y me disparó. Y falló. Aquel día decidí que me iría de México, dejé la casa a la mañana siguiente. Una semana después me contaron que Nacho había muerto ahogado en una piscina. Valía unos 40 millones de dólares cuando murió".

Llegado a este punto, Tommy tuvo claro que le convenía una existencia más sosegada. "Cuando terminó la temporada de 1994 llamé a mi amigo Calvin Fish, que trabajaba en una escuela de pilotos en Ohio. Sabía que me tenía que espabilar. Entonces tuve claro que corriendo no iba a ganar jamás un millón de dólares, y que tenía que conseguir un trabajo. Y las cosas no me han ido mal desde entonces. Trabajo entre 70 y 100 días al año, allí. Tenemos una empresa que se llama Diablo Drifter, vendemos máquinas que te ayudan a controlar el coche en condiciones resbaladizas.

Hoy es un tipo más tranquilo, claro que es feliz siendo así. "Obviamente no estoy ganando millones de dólares, pero no pasa nada, hay gente que no está hecha para ser millonaria. A mí me dijeron que nunca ganaría nada fuera de las carreras, y también me dijeron que nadie se leería mi libro. Pero al final todo ha terminado saliendo. Simplemente ha llevado un poco de tiempo".

Crash and Burn se estrenó en el Reino Unido el 30 de diciembre.

Sigue al autor en Twitter:@Jim_Weeks