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El cautivador atractivo del fútbol francés

Actualmente, el estilo galo no tiene nada que envidiar al de las grandes potencias europeas.

Mi primer encuentro con el fútbol francés fue a los 10 años. Yo, como casi todo niño inglés nacido en la década de los 90, me crié rodeado de fútbol por todos lados. Recuerdo que el juego, en los partidos que veía, tenía un estilo peculiar, un estilo realmente majestuoso que añadía la pizca extra perfecta a la pasión por el fútbol de los británicos. Así pues, como decía, todo comenzó una mañana cualquiera. Mi padre se había dejado el televisor encendido después de ver una competición de ciclismo o de esquí de fondo, no recuerdo muy bien. El programa que emitían en ese momento era el resumen de los partidos del fin de semana en la Ligue 1.

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Lo que vi me cautivó inmediatamente. Pude ver a futbolistas con botas plateadas y tatuajes de telarañas pegándole al balón con una fuerza descomunal. El ritmo frenético con el que se jugaba era algo que nunca antes habían visto mis ojos –y eso que había visto el hat-trick de Mark Viduka al Charlton Athletic–. Estaba acostumbrado a ver jugar a Stephen Carr, David Dunn, y Lee Carsley, completamente ignorante de la existencia de todo un universo plagado de equipaciones increíbles y jugadores con relámpagos tatuados en sus cabezas rapadas. Cautivado frente al televisor, había dejado a mi padre desesperado, molesto, golpeando la ventana mientras me pedía a gritos que desconectara la cortacésped del enchufe, que me la había dejado encendida. "Lo siento papá, hoy no". Acababa de descubrir la existencia del Olympique de Lyon y de un jugador brasileño que llevaba unas Predator Pulses y marcaba goles desde mucho más lejos que fuera del área.

Cuando el programa terminó me sentí un "hombre" nuevo. Me dije : "No más resúmenes de fútbol inglés" ¿Pay Shepherd? Olvidado: coq au vin, s'il vous plait (gallo al vino, por favor). A partir de ese momento me pasé horas buscando a un jugador con peinado mohicano, rubio y que vestía una equipación azul. Lo había visto en un vídeo escondido de pésima resolución en el menú extra de FIFA 2003. Después de recorrer mil foros en internet, al fin encontré al susodicho: era el delantero serbio, Danijel Ljuboja. Con 34 goles en 123 partidos con el Strasbourg, no era un jugador prolífico ni de alto perfil pero, por alguna razón, en la increíblemente limitada opción de personalización de FIFA 2003, los creadores habían decidido darle su propio corte de pelo. Fue uno de los momentos más emocionantes de mi infancia. Quedé prendido de todo aquello.

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Históricamente, la Ligue 1 ha sido pasada por alto como competición de élite en Europa. Por estar por debajo de otras ligas como la inglesa, la española, la alemana o la italiana, se la ha visto como un terreno en el que desarrollar a jóvenes promesas, pero nunca como un destino final. Todas las otras ligas han tenido sus "años dorados": el romance de la Italia de los 90; la era de los Galáticos en el Real Madrid o la de la competitividad entre Messi y Cristiano Ronaldo en España; la racha inglesa de cuatro finalistas en la Champions League seguidos a mitad de los 2000; la final entre sólo jugadores alemanes en 2013, seguido de la llegada de Pep Guardiola a Múnich. Francia no puede presumir de nada parecido.

A pesar de ello, los equipos franceses han tenido muy buenas actuaciones en Europa, y todas ellas coincidieron con mi despertar pseudo-futbolístico / pseudo-sexual provocado por la Ligue 1. En 2004, el Mónaco –ayudado por la cesión del delantero español Fernando Morientes– llegó a la final de la Champions League, donde se las vio con el Oporto de un tal José Mourinho. El equipo del Principado era, quizás, uno de los que mejor encarnaba la esencia del fútbol francés: un estilo de juego completamente disonante al de los demás; un conjunto dinámico, eléctrico, muy emocionante.

PA Images

Aquel dinamismo que recordaba del Mónaco ha vuelto esta temporada, sobre todo gracias a la atención que la Ligue 1 por fin ha recibido por medio de redes sociales y esta cultura mainstream que nos permite ver un partido de fútbol en cualquier lugar y en cualquier momento del día.

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El fútbol francés ha obtenido ahora más atractivo para los jugadores de talento después de la revolución qatarí que tomó las riendas del Paris Saint-Germain. El cambio trajo a la Ligue 1 jugadores como Ezequiel Lavezzi, Thiago Silva, Javier Pastore y Marco Veratti, así como gigantes del fútbol mundial de la talla de David Beckham o Zlatan Ibrahimovic.

Lleno de riqueza y talento, el PSG logró desarrollar un monopolio en Francia, similar al que el Lyon puso en marcha cuando yo tenía 10 años, recompensándolo con siete campeonatos consecutivos en la liga. En París de momento ha habido cinco títulos seguidos, pero acompañados de varias críticas. Los jugadores que han fichado durante estos años por el PSG han sido vistos como mercenarios que han tomado el camino fácil en lugar de esforzarse para llegar a una liga más competitiva.

Sin embargo, esta temporada parece que la historia está siendo muy diferente. Gracias a una larga reflexión, a su extensa red de cazatalentos y a un nuevo enfoque en los jugadores, el Mónaco y el Nice ha logrado competir de tu a tu con el PSG. Aunque la liga, a día de hoy, esté más cerca del Mónaco, podría acabar decantándose para cualquiera de los tres equipos.

El Mónaco se está viendo recompensado por un buen trabajo ofensivo que lo mantiene como el equipo con la cifra goleadora más elevada de Europa. Y no solo han conseguido ser sólido en su competición nacional, sino que también lo han hecho en Champions, competición en la que han llegado hasta las semifinales.

Pocas veces un equipo logra combinar la rebeldía de los jóvenes con la compostura de los veteranos como lo ha hecho el Mónaco. Echando una mirada a la historia del fútbol, resulta tentador comparar este equipo con el Manchester United de Sir Alex Ferguson de los años 90. El conjunto del Principado tiene a Thomas Lemar (21), Bernardo Silva (22), Benjamin Mendy (22), y Tiemoué Bakayoko (22). Sin embargo, la joya de la corona del conjunto dirigido por Leonardo Jardim es el jugador revelación Kylian Mbappé, quien a su corta edad de 18 años, posee una devastadora combinación de ritmo., explosividad, y compostura en los momentos complicados. Sin duda, el joven jugador lo tiene todo para convertirse en la siguiente mega estrella del fútbol mundial.

La Ligue 1 siempre ha ocupado un lugar especial en mi corazón, desde la primera vez que vi a Sidney Govou. Y, ahora más que nunca, veo que el fútbol francés por fin puede ponerse a la altura de las grandes potencias del Viejo Continente.

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Este artículo fue publicado originalmente en The Football Pink.