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una competición real

Cavar tumbas, el último deporte que verás antes de morir

Este verano en Hungría tuvo lugar la primera competición de enterradores de la historia, en una mezcla macabra de entusiasmo y olor a muerte los ganadores han logrado excavar la tumba perfecta en menos de una hora.
Foto Reuters

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¿Y si te dijera que hay una profesión que aún no has considerado probar? ¿Una que permite trabajar al aire libre y que te hace sentir más vivo que cualquier otro trabajo que puedas imaginar? Que, de hecho, te mantiene en contacto con las formas más extremas de vida y muerte y, desde hace unos pocos meses, se ha convertido en un "deporte".

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Sí, lo pongo entre comillas, ya que practicarlo requiere una preparación física y mental que no posee todo el mundo. Es necesario tener cierta tolerancia a las cosas desagradables y quizás por ello no cuenta con muchos adeptos. ¿Te atreverías a probarlo? ¿Me creerías si te digo que se trata de enterrar cadáveres lo más rápido posible?

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No hay muchos deportes en el mundo que sean más que un simple ejercicio corporal en grupo o un esfuerzo centrado en la superación personal y narcisista, donde te pagan desde el minuto cero y donde no necesitas ser una estrella para ser admirado por los demás. Hay muy pocos que te pongan tan en contacto con la vida —en su sentido más profundo— como la práctica de cavar tumbas. Ni la escalada, ni la petanca de los jubilados ni el resto de deportes extremos: esta actividad es algo más.

Enterradores posan después del primer campeonato celebrado este verano en Debrecen. Los jueces puntúan la precisión, velocidad y estética. Foto REUTERS/Laszlo Balogh

Pero, ¿qué es un deporte extremo? Esto es lo que nos dice la Wikipedia: (…) son actividades que se pueden realizar al aire libre y se necesita de una gran destreza especialmente física y mental.

Si esta no es la definición exacta de la actividad de un enterrador, no sé cuál podría ser. ¿Pero dónde se practica este deporte y por qué no hay escuelas que puedan enseñarte su técnica? Sencillamente, porque la nueva era de los enterradores acaba de empezar. El enterrador 2.0 es ahora mismo un capullo verde y tímido a la espera de que una nueva generación de jóvenes perdidos y sin futuro que lo haga florecer.

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Para ver los inicios del prometedor deporte de cavar tumbas hemos de mirar hacia el norte donde el frío ayuda a la muerte a salir al aire libre y donde una esperanza de vida alrededor de los 80 años garantiza que además de deporte pueda haber un trabajo como enterrador. Estamos hablando de países como Hungría donde tuvo lugar la primera competición de enterradores de la historia moderna. Y ha sido toda una maravilla.

Como en cualquier competición deportiva, se respiraba máxima concentración y coordinación.

El pasado 3 de junio se celebró el primer campeonato regional de enterradores en la olvidada y fresquita ciudad húngara de Debrecen, donde 36 hombres divididos en 18 equipos se enfrentaron a la difícil tarea de cavar la mejor tumba en el menor tiempo posible. Bajo unas condiciones realmente entusiasmantes que llevaron hasta el cementerio de la ciudad a una multitud como nunca antes se había visto. En pleno junio, y con temperaturas dignas de invierno para los europeos latinos, hubo gritos de entusiasmo y no de horror, se lloró de felicidad y no de angustia, y se desató el entusiasmo por enterrar a todos los efectos a un muerto.

Los organizadores afirman que el concurso está destinado a mejorar el prestigio de la sepultura y atraer a los jóvenes a un trabajo que todavía debe hacerse a mano, ya que las excavadoras mecánicas no pueden realizar un trabajo limpio y digno como solo los seres humanos pueden hacer. En un mundo en el que cada vez más se opta por una solución laica como la cremación y se va olvidando el culto tradicional a los muertos, es importante conseguir que los jóvenes vuelvan a sentir interés hacia estas actividades. Un trabajo humilde y milenario como el de currar en un camposanto.

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El reto consistía en excavar una tumba de 80 centímetros de ancho, 200 de largo con una profundidad de 160, en el menor tiempo posible. Y no solo eso, la peculiar organización también se encargó de valorar la estética de la sepultura y el estilo en el vestir y en el movimiento de los enterradores. Claro, ya no sólo se trata de una necesidad, la misión de la Federación Nacional de Enterradores de Hungría es formar nuevos ídolos, referentes que prediquen la modalidad con elegancia, eficacia y que inspiren a las nuevas generaciones a enterrar muertos. Como dice aquél que probablemente sea el mejor enterrador sobre la tierra de los vivos: "cualquiera puede cavar un agujero en el suelo, pero no muchos pueden cavar una tumba. Esto es un lugar sagrado."

Los hermanos Ladislav (D) and Csaba (I) Skladan celebrando su victoria tras ganar el campeonato celebrado el pasado noviembre en Trencin, Eslovaquia. Foto REUTERS/Radovan Stoklasa

Como en cualquier deporte, jugar en casa representa una ventaja. Ya fuera por la afición o por las condiciones climáticas, fue el equipo local el que se llevó a casa la deseada copa y el acceso directo a las siguiente competición celebrada en Eslovaquia el pasado 10 de noviembre. La próxima cita será en República Checa.

"Fue este trabajo el que me eligió a mí y no yo a él", dijo el campeón Csaba Halasz, de 21 años, a Reuters, "Es duro pero vale la pena. Los familiares de los difuntos siempre vienen a darme las gracias. Lastima para él que la tumba ganadora de la competición en Eslovaquia fuera excavada por manos de los veteranos Ladislav Skladan, de 43 años, y Csaba Skladan, de 41, dos hermanos polacos que se han convertido en los mejores enterradores de la Europa central.

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Uno podría pensar que para cavar tumbas basta con pillar una pala y excavar, pero no, el tema es más complicado. Más allá de la táctica que tengas pensado utilizar siempre tienes que estar preparado para los cambios climáticos. Una amenaza constante que puede complicarte la excavación, y que el contorno de la zanja quede bonito y apañado, digno de un enterramiento real, es de extrema importancia.

Por último –pero no menos importante– el retorcido aspecto psicológico de esta actividad: tener que excavar un hoyo para la tumba de un familiar del público presente. "La parte más difícil del trabajo es tener un corazón fuerte y estar muy enganchado a la vida, "cuando empiezas a ponerte triste por la gente que estás enterrando, es el momento de dejarlo" dijo otro veterano enterrador al The New York Times.

Estos son las primeras competiciones de este tipo en las que estos funcionarios de la naturaleza son vistos como deportistas y, lógicamente, han levantado polémica. Aparentemente la intención es dar una nueva imagen a la profesión del enterrador y atraer a una nueva generación con sus evidentes valores estéticos y edificantes –no solo a los amantes del black metal– y que se reconozca su utilidad como trabajo y como disciplina deportiva.

Cuando el mundo se vaya a la mierda definitivamente y haya miles y hasta millones de cadáveres –igual es demasiado, yo creo que no– no te va a valer de nada saber jugar al baloncesto o al fútbol. Lo que será importante de verdad será saber cómo, dónde y en qué momento excavar una buena tumba para enterrar tu mejor amigo después de comerte su carne para sobrevivir. O a tus padres. O a tu perro. En un mundo propenso a sustituir al hombre por la máquina, el trabajo y el deporte de enterrador, envuelto en un aire mágico tanto para creyentes como para ateos, será lo más fuerte y extremo que puedas hacer. ¿No sería bonito empezar a ver en Decathlon palas y botas de la marca Doymos?

La cabeza pertenece a un enterrador, no penséis mal. ¿Estará entrenando para cuando le llegue la hora?. Foto REUTERS/Laszlo Balog

Si a tu hijo o hija lo más bonito que le puedas regalar es un autógrafo o una foto con su deportista favorito, ¿cómo será cuando lo único que quiera es ser sepultado por el mejor enterrador del mundo? Algo absolutamente maravilloso, sin duda. Esperemos que muy pronto empecemos a valorar que lo realmente importante en la vida no es la fama, el lujo y las portadas de la prensa. Valores insustanciales que brillan hoy pero se apagan mañana. Quizás descubras que tu vocación deportiva–yo mismo estoy pensando en probarla– es hacer el último favor que se le puede hacer a una persona: cavar su tumba.

Y, quizás, ¿por qué no? entrenar y cavar la tuya propia.