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mueve el culo anda

Estos rápidos ejercicios caseros te cambiarán la vida en invierno

Conforme bajan las temperaturas también desciende tu voluntad de invertir más energía de la necesaria en tu supervivencia. La experta en salud Emil Skye ofrece algunas soluciones para combatir la abulia invernal.
Foto de Nomao Saeki, Unsplash

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A estas alturas ya he aprendido que si no me he puesto las pilas a las 10 de la mañana, las posibilidades que tengo de ir al gimnasio son muy escasas. Y si me tengo que empezar a abrigar para llegar, sé que solo me convertiré en otro topicazo andante, en otra desertora invernal del ejercicio físico.

Cuando hace frío, llueve o nieva, y tengo la moral baja, siempre sucede lo mismo: termino por no hacer ejercicio. Y claro, mi cuerpo se resiente; todos sabemos cuándo se nos ha pasado el arroz para hacer ejercicio.

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Como alcohólica que soy —llevo cinco años sobria, afortunadamente— nunca he sido muy proclive a la moderación: ¿por qué no comerme las dos únicas galletas que quedan en el paquete después de haber comido cinco? ¿Por qué no tener 64 variedades de té almacenadas en mi despensa para el invierno?

Hay días en que el tiempo no acompaña ni para caminar los cinco minutos hasta el gimnasio de la esquina. Imagen vía Tonic

Sin embargo, la experta en salud y forma física Emily Skye, cuyos regímenes de ejercicios y sus consejos para ponerte en forma le han granjeado ya cerca de diez millones de seguidores en Facebook y once millones en Instagram, asegura que un "mínimo ejercicio" siempre es mejor que no hacer ningún ejercicio en absoluto. Su propuesta para que no nos pudramos en casa este invierno es hacer una serie de rápidos y sucios ejercicios físicos en casa.

Lo primero, comenta, consiste en poner algo de música energética a todo trapo —un poco de trap con bajos retumbantes o alguna pieza clásica de Tay-Tay servirán—. Hay que empezar por desconectar todo lo que nos pueda distraer y empezar con algunos ejercicios que ya sabes cómo hacer: flexiones, abdominales, estocadas y sentadillas.

"Hay un montón de cosas en tu casa de las que te puedes valer para hacer un buen ejercicio físico", cuenta Skye. Decido seguir sus consejos y me armo con sendas botellas pequeñas de agua para utilizarlas como pesas para empezar a trabajar mis bíceps, y para hacer flexiones de hombros, extensiones de tríceps y ejercicios de relajación muscular.

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Invierto como siete minutos en alternar todos esos ejercicios de manera rotatoria, y siento cómo me empiezan a quemar los brazos. Mi cuerpo empieza a calentarse. Está sucediendo.

El gimnasio está muy bien, pero no siempre está una de humor o tiene ganas de derrochar el dinero en las prohibitivas cuotas mensuales. Foto de Nick Bradshaw, Flickr

Entonces recuerdo su segundo consejo: que para obtener los resultados que buscas, las últimas series de cada ejercicio tienen que resultarte casi imposibles de acometer. "Tus pulsaciones cardiacas deberían de aumentar rápidamente y deberías de estar respirando mucho más deprisa", me advierte Skye. "Si esto no sucede es que no te estás esforzando lo suficiente".

Según cuenta Skye, a pesar de que el ejercicio tan solo dure cinco minutos —especialmente si es tan corto— hay que redoblar la intensidad. Prorrumpo en algunos lamentos y me siento de nuevo frente a mi ordenador. Igual mañana haga quince series de cada ejercicio. Quizás. Pero hoy no, Skye. Hoy sí que no.

Ya es mañana y llevo el eco de sus palabras incrustado en mi cabeza: hay montones de ejercicios que puedes hacer, como flexiones, abdominales, trabajar tu centro, escaladores, burpees, y hasta puedes utilizar una silla para llevar a cabo flexiones de tríceps o hasta sentadillas búlgaras.

Hoy tengo una tonelada de ejercicios que hacer, y a pesar de que ya llevo tres cafés entre pecho y espalda, no me siento capaz ni de levantar un dedo del pie. Existe una explicación científica para este estado: el motivo por el que nos quedamos más aplatanados en invierno es porque nos toca menos la luz del sol, que es lo que provoca que nuestro organismo produzca más melatonina, la sustancia responsable de que te sientas más adormilada.

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La falta de vitamina D que nos aporta el sol también incide en esta sensación. Por no hablar de la tendencia natural a la hibernación, y a que comemos comidas más pesadas. Todo ello, paradójicamente, explica por qué el invierno es la época del año en que más necesitamos ejercitarnos físicamente.

Donde tu ves muchas cervezas, nosotros vemos unas magníficas pesas caseras reciclables. Foto de Adam Wilson, Unsplash

El caso es que hoy siento que mis brazos son de gelatina, así que decido trabajar mi centro, una dedicación para la que Skye sugiere que utilicemos una gran bolsa de arroz. A falta de otra cosa mejor, me hago con un peso de dos kilos y me marcó treinta abdominales consecutivas, una serie que solo detengo a la mitad para consultar mi teléfono. Es el número de una amiga, una distracción de lo más bienvenida.

"Lo más importante que tienes que recordar cuando hagas ejercicios domésticos es no distraerte, ni limpiando la casa, ni con tu ordenador o tu teléfono", las palabras de Skye se me aparecen como si estuvieran escritas en el techo. Así que ignoro la llamada y me quedo clavada en mi esterilla. Dejo mi teléfono donde está, y me pongo con el ejercicio este para poder regresar lo antes posible al sofá, donde me espera la silueta aplastada que ha dejado mi culo.

Y mientras lo pienso todo, las palabras de Skye se me vuelven a aparecer.

"Cuando haces ejercicio todo consiste en desafiarte, en ponerte obstáculos y rebasarlos, de otro modo no más a notar ningún cambio", me ha contado. Así que me concentro en la vista desde mi ventana, mientras veo al cartero deslizarse por la nieve, que ya tiene color como de orina, y me pongo a hacer escaladas hasta que siento que tengo los muslos en llamas.

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Me pregunto, no puedo evitarlo, si estas series de ejercicios de solo diez minutos al día van a cambiar en nada mi estado físico, o si sería preferible reservarme para el momento en que me cubra de chaquetas y me desplace hasta el gimnasio, donde haré un montón de elípticas y de ejercicios de remo.

Lo que haces en el gimnasio, muchas veces, puedes reproducirlo en la comodidad de tu hogar. Imagen vía Pixio

A menudo me tengo que recordar a mí misma que hacer un ejercicio que busque conseguir resultados inmediatos es la manera más rápida para quedarme insatisfecha. ¿Estoy en buena forma? Sí. ¿Soy saludable? Bastante. ¿Me sobran siempre uno o dos kilos que se resisten de manera continuada a abandonar mi panza? Puedes apostar tu culo a que sí. Sin embargo, el motivo por el que hago ejercicio es porque me ayuda mentalmente. Siento que he invertido en mí misma, que he quemado el estrés y que he conseguido embolsarme algunas endorfinas.

Un buen día de ejercicio tiene la facultad de hacerte sentir mejor. "A mí el ejercicio me ayudó a superar mi depresión", cuenta Skye. "Estoy convencida de que moverse más y comer de manera saludable son dos factores determinantes para gestionar la depresión, la ansiedad y el estrés".

Hay que empezar con poca cosa, incluso cuando más vaga te sientas. Lo único que no está permitido es tirar la toalla. Puedes hacerlo por la mañana y por la noche, mientras te cepillas los dientes, cuenta el experto en fitness Jay Cardiello. Basta con que te cepilles los dientes sosteniendo tu peso sobre una pierna, y en hacer flexiones para fortalecer tu musculatura y mejorar tu equilibrio. Hacer abdominales en la cama a primera hora, solo levantarte, o aprovechar tu sofá para hacer algunos estiramientos mientras te conectas a Netflix, por la noche, también te ayudará.

Al final, cualquier pequeña aportación suma. "Si en invierno te falta motivación tienes que recordar lo bien que te sentirás después de hacerlo", concluye Skye.

Sigue a la autora en Twitter: @HelainaHovitz

Este artículo se publicó originalmente en Tonic