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Fotos

Los vaqueros chapines

En Chimlatenango, Guatemala, los locales se convierten en unos verdaderos cowboys sin temor al ruedo.

En mayo de 2014 llegué a Guatemala para viajar por un país que me era completamente desconocido, con el plan de recorrerlo de punta a punta, inclusive con la idea de llegar a rincones no tan explorados por los turistas para hacer fotos diferentes.

Luego de un par de meses viajando por las rutas arqueológicas, cuando tenía la sensación de que lo había visto casi todo, llegó la invitación de unos fotógrafos locales, que me propusieron ir a un lugar bastante particular que se diferenciaba por completo de los pueblitos típicos que había conocido. Accedí de inmediato.

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De esta manera fue que terminé en Chimaltenango, uno de los pocos y más importantes mercados de animales que quedan en el país.

Estábamos a tan sólo 50 kilómetros de la capital y este pequeño pueblo que puja por convertirse en ciudad, parece atemporal. La transición y modernización que vive Chimaltenango se refleja en su mercado y sobre todo en su gente. Todos los viernes desde el amanecer, cientos de locales y visitantes se juntan con sus animales que pronto convertirán en dinero. La mayoría se queda en la calle principal, a la espera de la oportunidad para comprar o vender, aunque al mismo tiempo, por qué no socializar con otros vendedores.

En el caso de los animales grandes (vacas, caballos, cerdos y ovejas) los encargados son los hombres; jefes del manejo y la transacción. Las mujeres (las poquísimas que se ven) son las encargadas de los animales pequeños como conejos y gallinas. También ellas se encargan de la preparación de comidas como tortillas o pollo.

Y es aquí también donde los pobladores terminan convirtiéndose en cowboys guatemaltecos, que si bien mantienen el típico traje indígena, ahora se han puesto sombreros y botas tejanas.