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La (triste) historia del kayakista que quiso saltar las cataratas del Niágara

Hace cinco años, el kayakista Rafa Ortiz quiso saltar las cataratas del Niágara. Al hacerlo, él y su equipo violarían la ley... y se enfrentarían cara a cara con una muerte casi segura.
Copyright Evan Garcia

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En 2011, el kayakista profesional Rafa Ortiz se propuso un reto ambicioso y muy loco: recorrer las cataratas del Niágara y saltar sus 45 metros de desnivel. La última persona que lo probó fue Jessie Sharp en 1990: nunca se recuperó su cuerpo y su kayak fue recogido cientos de metros más abajo; la canoa presentaba un golpe que indicaba que había chocado contra las rocas.

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Dos décadas después, las rocas seguían representando el mayor peligro para Ortiz. Después de tres años de entrenamiento para el salto y tras estudiar profundamente las cataratas, Rafa estaba convencido de que hay poca profundidad en la zona del salto, porque la cascada va erosionando las rocas y estas se instalan debajo del salto.

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"El peor escenario es que golpee una roca después de saltar 45 metros. Obviamente me mataría", explica con seriedad Ortiz. "Sé que la línea que quiero trazar es profunda y que la gente que lo ha hecho nadando ha sobrevivido, pero aún así hay rocas muy cerca de donde tendría que caer".

Después de que Annie Edson Taylor se convirtiera en la primera temeraria en saltar las cataratas en 1901 —lo hizo dentro de un barril y sobrevivió—, 13 personas más, la mayoría de ellos en algún tipo de canoa o embarcación y algunos de ellos nadadores, han intentado repetir la hazaña de la aventurera estadounidense.

Cinco de ellos murieron: las piedras y la poca profundidad no son el único problema, los más de 170.000 metros cúbicos de agua que caen por minuto hacen casi imposible salir bien parado de la hazaña. También es importante remarcar que saltar las cascadas es ilegal tanto en los Estados Unidos como en Canadá, los dos países de los cuales marcan la frontera.

Un documental de Red Bull llamado Chasing Cataratas sigue a Ortiz en su búsqueda del salto del Niágara. Es la octava película que produce su colega Rush Sturges, también profesional del kayak. El documental, sin embargo, no acabó de funcionar como él tenía previsto.

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"Quería hacer una película que fuese una gran historia", cuenta Sturges. "Ese fue mi objetivo desde el principio, pero desde luego no acabó como lo que yo tenía en mente… sobre todo desde que vi que tenía un héroe como protagonista".

Para prepararse para las cataratas, Ortiz y su equipo hicieron varios viajes para practicar saltos parecidos en México y el noroeste del Pacífico. Practicaban los procedimientos de rescate utilizando una Zodiac en el río Ottawa; también visitaron las mismas cataratas del Niágara varias veces.

Ortiz había entrenado duro, y Sturges pensó que ya había conseguido la forma física suficiente para poder saltar las cataratas. Rafa también dominaba todas las habilidades técnicas necesarias para llevarlo a cabo y estaba mentalmente preparado a hacerlo. A medida que se acercaba el gran día, sin embargo, todo empezó a desmoronarse.

"El último mes fue absolutamente loco", recuerda Ortiz. "Hubo un momento en que yo estaba escondido en una cabaña en Canadá y los policías me estaban buscando. No podía hacer nada. Todo se vino abajo cuando la gente involucrada en el tema legal se dio cuenta de que era muy difícil hacerlo sin repercusiones".

Un mes antes del 'día D', Ortiz fue a remar cerca de las cataratas. Sus compañeros le enviaron dos kayaks más pesados; escondieron las canoas cerca del río la noche anterior y a las 11 de la mañana del día siguiente empujaron las dos embarcaciones a la corriente. Ambos sobrevivieron sin problemas, pero según Ortiz la maniobra también puso la policía en estado de alerta.

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"Nos vino muy bien porque nos dio muy buena información", explica Ortiz

Tirarnos al río provocó que los policías empezaran a preguntarse quién éramos y qué hacíamos ahí

Rafa Ortiz, kayakista profesional sin ganas de acabar en prisión

Más tarde, Ortiz y compañía oyeron que la policía empezaba a interrogar a todo aquel que llegara a las cataratas con canoas. Según Rafa, las autoridades eran conscientes de que un kayakista estaba allí y que tenía la intención de saltar. No saben del todo cómo se enteraron, pero seguramente fue por el personal de control y las cámaras de seguridad.

Pronto la idea de saltar la cascada pasó a parecerse más a Misión Imposible que a un documental de deportes extremos. Sturges ayudó a coreografiar el plan: querían esconder el kayak en los alrededores de las cataratas durante la noche y esconder también la Zodiac de rescate un poco más abajo de la caída. Dos de los amigos de Ortiz, también kayakistas —Matt LeBlanc y Blake Mahoney—, estarían en la barca de rescate por si acaso.

"Estábamos a punto de botar la Zodiac al río y entonces Rafa empezó a correr por el parking, cogió su canoa y se metió en el agua", recuerda Sturges.

"Si nos querían atrapar mientras lo hacíamos les costaría un poco: en cambio, como más nos esperáramos, más opciones tenían de cogernos mientras lo preparábamos, y eso, para ellos era más fácil… realmente nos parecíamos un poco a traficantes de drogas", bromea Sturges.

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El equipo ya había previsto algunas de las consecuencias legales de saltar: Ortiz sabía que seguramente no podría volver nunca a Canadá y que también existía la posibilidad de ir un tiempo a la cárcel y de tener que pagar hasta 9.000 euros de multa. No habían pensado, sin embargo, que si se daba el peor de los casos —la muerte de Ortiz— todo el equipo podía acabar en la cárcel por homicidio involuntario y negligencia criminal.

"Una semana antes, les dije que había hablado con mi abogado y me había dicho que si me moría ellos podrían acabar a la cárcel", explica Rafa. "¿Sabes qué me dijeron? Que estábamos juntos en esto y que ya podían dar por culo a las autoridades". Todos estaban convencidos de conseguirlo y llevar el salto de las cascadas al siguiente nivel.

El equipo en Chiapas, Mexico. Ortiz es el que está sentado en la ventana. Foto de Marcos Ferro

Tanto Ortiz como Sturges agradecen los tres años que pasaron viajando para saltar en diferentes localizaciones y todo el estrés de la planificación porque les ha dado resultado: "Se puede ver fácilmente en la película. Al final parecemos mucho más viejos que al principio", comentar Sturges. "Creo que el carácter de Rafa creció mucho. Ahora es más calculador, más prudente cuando está en el agua".

Durante el último mes de preparación, la adrenalina de violar la ley fue sustituida por la reflexión interna de Rafa para averiguar sus motivaciones. Entendió que no estaba claro que tuviera éxito saltando las cataratas por las que había entrenado los últimos tres años de su vida.

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"La parte más difícil fue mantenerse todos unidos emocionalmente", explica Ortiz. "Cuando llegamos a las cataratas el día previo, la cascada estaba muy oscura y totalmente descontrolada. Nos habíamos exigido tanta presión a nosotros mismos que parecía que nos hubiéramos quitado años de salud. Ya nada tenía sentido".

La película acaba en una habitación de hotel. La noticia de la decisión final de Ortiz, que en el último instante se retractó, cae con fuerza sobre el equipo: es una escena sombría.

"Fue un gran shock para mí y para todo el equipo", cuenta Sturges. "Tal vez si hubiera pasado un año o seis meses antes, cuando teníamos todo tipo de dudas o cuando Rafa estaba luchando contra sus miedos, no habría sido sorprendente. Realmente se ve en el documental que vivimos ciertos momentos de frustración extrema, pero que él tomase la decisión final cuando ya estábamos allí fue un shock".

Sturges pasó un año sentado delante del material que había reunido. Todo el mundo tenía resaca de la experiencia. Sturges explicó a Red Bull —le había dado el dinero y la libertad creativa para hacer lo que quisiera— que no tenía una película, pero que probablemente podría llegar a tres segmentos de video cortos.

Cuando se distanció un poco del proyecto, sin embargo, se le hizo evidente que sí que había una historia después de todo. Trataba de andar al lado de la muerte y acabar alejándose, de no jugárselo todo por un sueño. Red Bull apoyó la idea y Sturges empezó a editar la película. La respuesta posterior de la comunidad kayakista ha sido abrumadoramente positiva.

Ortiz está tan sorprendido como los demás por la forma en que todo pasó: "Nunca habría imaginado que este sería mi mensaje como atleta profesional".

El autor de este artículo tiene miedo a las alturas pero en Twitter está por encima del resto: @WillGrant2