La estrafalaria tragedia del debut mundialista de Zaire
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Zaire

La estrafalaria tragedia del debut mundialista de Zaire

Zaire logró clasificarse por primera vez para un Mundial en 1974. El obsesivo escrutinio del cruel presidente Mobutu, sin embargo, convirtió el sueño mundialista en una pesadilla.

El 22 de junio de 1974 se produjo uno de los momentos más extraños en la historia de los Mundiales. Brasil, el campeón del torneo, iba ganando por 2-0 al debutante Zaireen el último partido del grupo B en el Parkstadion de Gelsenkirchen. El marcador era suficiente para mandar a Brasil a la siguiente ronda; la escuadra africana, en cambio, ya estaba eliminada tras caer frente a Escocia y Yugoslavia.

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A 10 minutos del final, Rivelino y Jairzinho se disponían a tirar una falta. Antes de que lo hicieran, sin embargo, un zaguero de Zaire salió de la barrera, corrió hacia los brasileños y despejó el balón lo más lejos posible. Mwepu Ilunga acababa de protagonizar una situación totalmente absurda —y sin saberlo, acababa de lograr la inmortalidad.

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Hoy, el incidente se recuerda Mundial tras Mundial. El despeje de Ilunga, sin embargo, no fue "un momento singular de ignorancia africana" como quiso relatarlo el comentarista de la BBC John Motson: más bien se trató de una estrategia para ganar tiempo por parte de un equipo cuyos miembros temían por su vida si perdían frente los brasileños por un abultado marcador.

Zaire llegó a la Copa del Mundo de 1974 con entusiasmo. Los zaireños habían superado con éxito una fase clasificatoria complicada y se habían hecho con la única plaza para las selecciones africanas que ofrecía el torneo tras superar por 3-0 al favorito, Marruecos, en el último partido del grupo. Los Leopardos también habían conseguido vencer la Copa Africana de Naciones del mismo año. Los expertos esperaban una actuación solvente de la escuadra africana en Alemania Occidental.

Los mismos expertos, sin embargo, seguramente habrían cambiado de opinión si hubiesen sabido lo que ocurría entre bambalinas. Zaire, una ex colonia belga, era conocida como Congo cuando alcanzó su independencia en 1960. El militar (y, en un giro irónico del destino, periodista) Mobutu Sese Seko se hizo con la presidencia del país tras una revuelta en 1965; en 1971, el país cambió su nombre a Zaire, la ropa occidental fue prohibida y el gobierno forzó a los ciudadanos a renunciar a sus nombres europeos y recuperar los apelativos africanos tradicionales.

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Entre sus muchas reformas, Mobutu decidió invertir en el fútbol. Para ello, repatrió a los jugadores zaireños que se habían marchado a Bélgica y les vetó su salida al extranjero. En pocos años, el país africano logró armar una escuadra formidable, con jugadores como el portero Kazadi Mwamba, reconocido como el mejor cancerbero de la historia de Zaire; el fino mediocampista Ricky Mavuba; y el delantero Malamba Ndaye, que anotó nueve goles en la Copa África de 1974 —un récord que sigue en pie hasta el día de hoy.

La clasificación para el Mundial fue la culminación de ese proyecto. Mobutu estaba tan emocionado que invitó a los jugadores a su lujoso complejo: allí, los futbolistas fueron atendidos como si de miembros de la realeza se tratara. Ilunga, el protagonista del estrambótico incidente de Gelsenkirchen, rememoraba mucho después que el presidente regaló una casa y un Volkswagen verde a cada miembro del equipo. A pesar de no viajar a Alemania Occidental, Mobutu mandó un séquito zaireño que incluía ministros de gobierno, miembros de las fuerzas armadas y, presuntamente, unos cuantos curanderos.

Mobutu mostrando su afecto por la piel de leopardo. El dictador también fue famoso por sus gafas de montura gruesa. Imagen vía WikiMedia Commons.

A pesar de todo este séquito pudiera representar una distracción, a los jugadores zaireños no pareció importarles —al menos en principio. La selección llegó a Europa entre grandes esperanzas: en el grupo deberían enfrentarse a Escocia, Brasil y Yugoslavia. El primer partido fue contra la selección británica: el técnico escocés, Willie Ormond, declaró antes del encuentro que si no eran capaces de ganar a Zaire "deberíamos hacer las maletas y regresar a casa".

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A pesar de enfrentarse a un poderoso combinado que disponía de talentos como Kenny Dalglish, Billy Bremner o Dennis Law, Zaire logró aguantar bien. Los africanos demostraron su habilidad con el balón y mantuvieron una sólida estrategia defensiva. Los escoceses terminaron imponiéndose por 2-0, pero la derrota no representó un fracaso considerando el estatus de debutantes en la Copa Mundial de los zaireños.

En los días anteriores al segundo partido del grupo, que iba a enfrentar a los Leopardos contra Yugoslavia, las cosas se torcieron. A los balcánicos se les consideraba un equipo de un nivel similar a Escocia, así que no sería fácil vencerles; sin embargo, el peor enemigo apareció dentro de la expedición zaireña. Los problemas extradeportivos hicieron acto de presencia: hubo discusiones por el dinero. Los jugadores no recibieron ningún pago tras el primer partido, así que creyeron que el séquito les había robado su parte del pastel.

La selección zaireña estuvo al borde de la rebelión. Los jugadores, de hecho, se negaron en un principio a salir al campo a jugar contra los yugoslavos; según la versión de un ex futbolista, fue necesario que los organizadores del torneo entregaran 3.000 marcos alemanes a cada uno de los componentes del equipo africano para que éstos participaran y la imagen de la Copa del Mundo no se viera dañada.

Al final, quien más sufrió el incidente fue la reputación de Zaire. Exhaustos y desmotivados tras días de discusiones, los Leopardos disputaron un partido terriblemente malo frente a los yugoslavos. En apenas 20 minutos, los europeos marcaron tres goles. El entrenador de Zaire, el también yugoslavo Blagoje Vidinic, decidió reemplazar al portero Kazadi Mwamba por Dimbi Tubilandu, un jugador de 1,64m de altura. El menudo cancerbero no cambió nada: los Leopardos fueron apabullada por un rival mucho más concentrado y terminó perdiendo por un humillante 9-0.

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Los dos capitanes, el europeo Dragan Dzajic y el africano Kidumu Mantantu, antes del crucial partido entre Zaire y Yugoslavia. Imagen vía WikiMedia Commons.

Tras la derrota, el horizonte se agrió para los zaireños. Furioso por la humillación internacional, Mobutu mandó su guardia presidencial a amenazar al equipo y les informó que si caían ante Brasil por cuatro goles o más no se les permitiría regresar a casa.

Ilunga asegura que eso fue lo que lo impulsó a despejar el balón antes de que los brasileños pudieran sacar la falta; el defensor sencillamente hizo tiempo, temeroso de que otro gol ocasionara un desastre. Es poco probable que un futbolista internacional con su experiencia no supiera las reglas del juego; la afirmación de Ilunga de que fue un acto intencionado es absolutamente creíble dadas las amenazas de Mobutu previas al encuentro.

Brasil consiguió un gol más de Valdomiro para un total de 3-0 en 79 minutos, pero el cuarto gol no llegó. Al equipo zaireño le fue permitido regresar a casa, aunque la mala reputación les persiguió para siempre.

Tras el Mundial, Mobutu dejó el futbol a un lado. El dictador retiró los fondos dedicados al balompié y los invirtió en las instalaciones para albergar el combate 'Rumble in the Jungle' entre Mohamed Alí y George Foreman. Desde entonces, Zaire no ha vuelto a participar en una Copa del Mundo.

La selección del 74, además, fue rápidamente olvidada. Muchos de sus componentes terminaron en la pobreza, igual que el resto del país. El portero Kazadi, ganador de la Copa África en sus ediciones de 1968 y 1974, murió en la indigencia en 1996; Mavuba terminó viviendo en Francia como refugiado hasta su fallecimiento en 1997. El propio Mobutu, que había llegado al poder con el soporte de los Estados Unidos —que le veían como una garantía frente al comunismo—, terminó huyendo del país tras dejarlo completamente arruinado. Zaire, ahora conocido como la República Democrática del Congo, aún sufre hoy las consecuencias de la cleptocracia que lideró el dictador nacido en Lisala.

En 1998 se guardó un minuto de silencio en la Copa África después de que se informara que Ndaye había muerto. En realidad, el histórico goleador del 74 no había fallecido: sencillamente vivía en la miseria en Sudáfrica tras tener que huir de su país natal. El ex futbolista, sin embargo, logró recuperarse; ahora Ndaye trabaja como entrenador en la periferia de Ciudad del Cabo.

Ekofa Mbungu, por su lado, trabaja de taxista. Dado el sufrimiento de sus ex compañeros, no es sorprendente comprobar que le hace feliz tener trabajo… máxime si tenemos en cuenta un pequeño detalle: 40 años después de Alemania'74, Mbungu sigue conduciendo el mismo Volkswagen verde que Mobutu le dio como recompensa por haberse logrado clasificar para la Copa del Mundo.