Soy Leyenda: Ronaldinho
Illustration by Dan Evans

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nadie como dinho

Soy Leyenda: Ronaldinho

Ronaldinho fue un futbolista como ningún otro, un espectáculo por excelencia. Por su contagiosa exuberancia, carisma y descaro, "Dinho" fue el último jugador de su especie.

El miembro de esta semana del selecto club Soy Leyenda fue un futbolista como ningún otro, y un hombre cuya sonrisa fue el emblema de toda una era. Puedes encontrar más entregas de nuestra serie de culto aquí.

Puro espectáculo

Messi o Cristiano Ronaldo. El debate ha perdurado durante casi una década. Si nos basamos en los números —trofeos, goles, Balones de Oro— no hay duda de que son los futbolistas más destacados de su generación, quizás de todos los tiempos. Pero el fútbol es mucho más que solo números.

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Aunque Messi y CR7 tienen una imagen pública distinta, ambos comparten una motivación similar: el deseo de ser el mejor. Son monumentos gemelos al profesionalismo sin tregua y a la eterna búsqueda del éxito en la vida. Ambos anotan goles y rompen marcas a un ritmo insostenible, y se obligan el uno al otro a alcanzar nuevos horizontes de productividad y perfección técnica. Sin embargo, debajo de la brillante superficie nos da la sensación que les hace falta un ingrediente vital: el carisma y calidez humana atrofiados por sus esfuerzos sobrehumanos.

Ronaldihno era diferente, y qué bueno que sea así. Su estilo era juguetón y exuberante, algo que la modestia de Messi y la jactancia de Cristiano simplemente no pueden superar. Por más logros que acumulen, jamás serán capaces de despertar pasiones de la misma manera. El trasnochado debate sobre quién es el mejor no llegará a su conclusión por medio de la razón o la lógica; los elementos románticos e intangibles del fútbol son los que realmente atraen al aficionado. Por esta razón, Ronaldinho les supera a ambos.

Siempre fue un placer ver al brasileño jugar. Era un espectáculo nato, en el sentido más puro de la palabra y, durante mi adolescencia, fue de largo el futbolista más emocionante del planeta. Mientras la mayoría de los niños de mi edad veían vídeos de otro tipo, yo me sumergía en las recopilaciones de sus habilidades sobre el campo: caños, elásticas, bicicletas, pases de tacón, sombreros… se encontraban a un paso de lo divino.

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En 2005, el vídeo de Ronaldinho estrellando el balón en el travesaño se hizo viral, convirtiéndose en el primer vídeo de Youtube en alcanzar un millón de visitas. El hecho de que existieran dudas sobre la legitimidad del vídeo nos da una idea de la maestría en el control y toque que muchos creían que Ronaldinho tenía. Hay que puntualizar que no se equivocaban, era un auténtico maestro. Ese mismo año apareció Ronnie en la portada del FIFA Street, donde su magia con los pies fue plasmada con la exageración propia de los videojuegos.

Ronaldinho fue un paquete compacto de jugadas destacadas por sí mismo; el freestyle del fútbol en carne y hueso. Sus trucos, más allá del espectáculo, tenían substancia.

Ronaldinho supera a Gago y Salgado en un Clásico de 2007 en el Camp Nou. Foto de Albert Gea, Reuters

Magia para Barcelona

Se podría decir que más que ningún otro futbolista, Ronaldinho transformó al FC Barcelona en el monstruo escurridizo, moderno y dominante que es hoy en día. Antes de su llegada, en el verano de 2003 —como el fichaje clave del recién presidente electo Joan Laporta—, el club había terminado en la sexta posición de La Liga, el lugar más bajo en 15 años, y no había abrazado ningún trofeo desde el comienzo del milenio.

El Barcelona al que Ronaldinho se unió seguía siendo un club importante pero estancado y con problemas para resurgir y reinventarse. Eliminado de la Champions League, con la confianza por los suelos, y atravesando una conmoción en todos los niveles, necesitaban una figura central para prender y dar vida a sus ambiciones. Entonces, Ronaldinho irrumpió en el Camp Nou. Era un futbolista increíblemente talentoso, pero su actitud para entrenar rayaba la negligencia profesional, así que no parecía el tipo de persona sobre la cual construir una dinastía.

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A pesar de las apariencias desalentadoras, la decisión consagraría tanto al club como al jugador. Aunque Ronaldinho había ganado recientemente el Mundial con Brasil —como el joven compañero de Ronaldo y Rivaldo—, se le tachó de ser un jugador de pocas garantías; una apuesta que no aseguraba réditos en los momentos más importantes.

Ronaldinho empezó a destacar en el PSG, pero su poca actitud en los entrenamientos manchó su indudable talento. Foto de Charles Platiau, Reuters

En su club anterior, el París Saint-Germain, Ronaldinho había sucumbido a las distracciones fuera de la cancha. La amplia sonrisa y la pícara personalidad siempre fueron parte del atractivo del brasileño, pero su escasez de concentración sacaba de sus casillas al entrenador Luis Fernández, lo que comenzó a afectar a su rendimiento. Corría el riesgo de convertirse en otro Denilson, una maravilla fracasada que cayó en el papel de segundón cuando su carrera había prometido tanto.

Pero la llegada de Ronaldinho al Camp Nou representaba una nueva oportunidad y el comienzo de su ascenso al estrellato. En su pasado reciente, el Barcelona había despedido a jugadores y entrenadores a un ritmo impresionante. Con Frank Rijkaard y Ronaldinho en el plantel, los cinco años de sus contratos le dieron al club dos títulos de liga, la Champions League y dos Supercopas de España. Fue el regreso del aura de invencibilidad que rodea al Barcelona hasta nuestros días.

Durante ese tiempo, la delantera conformada por jugadores como Deco, Samuel Eto'o, Henrik Larsson, Ludovic Giuly y un joven Lionel Messi (entre otros), tenía a Ronaldinho como director de orquesta. Explotaba espacios que nadie más podía ver y anotaba goles fuera de este mundo: el punterazo contra del Chelsea, la chilena ante el Atlético de Madrid, y los trucos inventados por él mismo contra Osasuna y Villarreal. Como especialista a balón parado, encontró mil y una maneras de mandar el balón a la red. Hábil para tirar desde fuera del área, también podía disparar por debajo de la barrera o usar su particular técnica para engañar al portero, dependiendo de la situación.

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Ronaldinho hacía bailar el balón para su entretenimiento y el nuestro, humillaba oponentes con su control supremo del esférico, su sentido del espacio y el tiempo. Fue uno de los mejores exponentes de la "elástica" y del pase del desdén. Se trataba de un fútbol alegre que siempre terminaba en un disparo despiadado o una jugada de ensueño. Nació para dar espectáculo, y ha sido el último de su especie.

Cuando Pep Guardiola fue promovido como entrenador del primer equipo en verano del 2007, Ronaldinho se dio cuenta que las cosas habían cambiado. Aquellos que no lograban alcanzar la cima de su condición física y compromiso bajo el intenso sistema de Guardiola eran apartados a un lado, sin importar lo talentosos que fueran. En poco tiempo, Ronaldinho sería sacrificado encima del altar en nombre del juego colectivo.

Su forma de espontaneidad individualista se ha perdido en el estilo más metódico y prescriptivo del fútbol defendido por Guardiola y sus discípulos. Ronaldinho y Guardiola representaban dos ideologías en conflicto, y definieron dos eras distintas en Barcelona. En contraste con el implacable y sofocante dominio del equipo de Pep, Ronaldinho contaba con una fascinación para improvisar.

Ambos fueron exitosos, pero solo uno de ellos divertido.

Ronnie sonriendo junto a Lionel Messi. Foto de Albert Gea, Reuters

El momento: Estadio Santiago Bernabéu, 17 de noviembre de 2005

En la temporada 2005-06, Ronaldinho, y por ende el Barça, que se apoyó completamente en él, se encontraban en la cima de su poderío. Este partido en contra de sus grandes rivales se dio en medio de una racha de 14 victorias consecutivas en liga, 38 goles anotados y sólo seis en contra. Arrollaron a todos sus oponentes, incluyendo el Real Madrid en su propia casa, el Bernabéu.

El equipo de casa, aún bajo el espejismo de los Galácticos, contaba con un cuadro inicial desequilibrado. conformado por Zinedine Zidane, David Beckham, Ronaldo, Robinho y Raúl González Blanco. Mientras se mantenían ocupados demostrando lo equivocado que era depender de las habilidades individuales, Ronaldinho demostró el valor de un verdadero futbolista capaz de cambiar el libreto en medio del escenario.

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Casi siempre jugando por la banda izquierda, pero con el permiso para recorrer todo el campo, Ronaldinho recibió algunas "caricias", particularmente de Michel Salgado. Pero después de unos cuantos toques, el brasileño comenzó a ser él mismo: mostraba y guardaba el balón, caños, pases sin mirar; un mero calentamiento antes del verdadero espectáculo.

El Barcelona tomó la delantera gracias a un disparo de Samuel Eto'o antes de que Ronaldinho asegurara la victoria con dos goles magistralmente ejecutados. Tras recibir el balón en su lado de la cancha, aceleró sobre la banda izquierda, se quitó de encima a Sergio Ramos con un toque sublime y delicado, le quebró la cintura a Iván Helguera y descargó la pierna derecha ante un Iker Casillas indefenso. El segundo llegó poco después cuando Ronaldinho dejó mirando a Ramos de nuevo, aceleró y colocó el balón sobre el poste más alejado. Los seguidores del Madrid se levantaron para aplaudirle.

Había algo en Ronaldinho que trascendía la rivalidad. Era irresistible e intocable. Incluso los contrincantes más acérrimos no podían dejar de admirar sus movimientos, siempre acompañados de una gran sonrisa en su rostro.

Un mes después sería nombrado, merecidamente, el Mejor Jugador del Año por segundo año consecutivo. Para el final de la temporada, el Barça había ganado la liga y la Champions League, y se había transformado en un equipo completamente diferente.

Declaración final:

"Ronaldinho fue el responsable del cambio en el Barça. Eran tiempos difíciles y el cambio que se dio con su llegada fue increíble. En el primer año no ganó nada, pero la gente se enamoró de él. Entonces los trofeos comenzaron a llegar y él hizo a toda esa gente muy feliz. El Barça debería estar siempre agradecido por todo lo que él hizo".

Lionel Messi, primero heredero del 10 brasileño; posteriormente dominador del fútbol mundial.

Texto: Sean Cole // Ilustración: @Dan_Draws